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Gracias, oh madre antigua, por el presente regio que a la abundancia sumas de tus pasados dones. ¿Qué más que la embajada de tu poeta egregio, qué más que su exquisito y vasto florilegio para sellar afectos y sugerir uniones? España: está en el mundo tu alta misión fijada; en sueños de conquista tu acción total se inspira, tu historia está en América, en Flandes y en Granada.

Y a encontrarse con alguna claridad el regio aposento, se le hubiera visto de color del panal y con baño de amarillo azufre.

Como en aquel país hay muchísimas hienas, que tan cobardes como carniceras devoran las bestias de carga y tienen miedo del hombre, aunque rodean e invaden a veces el campamento regio, cada personaje de la corte y el mismo rey van siempre armados de un látigo para osear y castigar las hienas con que tropiezan a su paso.

En el centro de estos campos desolados, que se destacaban sobre la hermosa vega como una mancha de mugre en un manto regio de terciopelo verde, alzábase la barraca, ó más bien dicho, caía, con su montera de paja despanzurrada, enseñando por las aberturas que agujerearon el viento y la lluvia su carcomido costillaje de madera.

En el Reloj eterno vales mil veces menos que un segundo del horario del hombre. En lo pequeño no hay algo a lo que puedas compararte; un "algo" es colosal; ¡aun eres menos! La Juventud cavila: "¡Eres el triunfo de mi placer; apoteosis regio de la procreación, en tu holocausto flotarán nuevos seres de mi cuerpo... e iré unciendo tus días y tus horas con cadenas de flores y de besos!"

Brillante era el golpe de vista al pasar la cabalgata por la Avenida Central y también en la gran plaza donde se alzaba el palacio regio. Allí me encontraba rodeado de mis más adictos partidarios.

Al llegar aquí, el tío Correa interrumpió su relato para dar una explicación que consideraba necesaria. Como Dios es un rey, los que le rodean se esfuerzan por imitar á los cortesanos terrenales, adoptando todos los sentimientos y las pasiones de su regio amo con más firmeza que éste.

Alfonso». Aquella fecha solemne era la del día en que Butrón se avistó por primera vez, después de la Revolución, con los augustos desterrados y juró a los pies del regio niño restaurarlo en el trono de España o morir en la demanda.

Apenas se dignaba mirar sus ejercicios caballerescos, ni oír sus serenatas, ni sonreír agradecida a sus versos de amor. Los magníficos regalos, que cada cual le había traído de su tierra, estaban arrinconados en un zaquizamí del regio alcázar. La indiferencia de la Princesa era glacial para todos los pretendientes.

Además del regio alcázar, ya había entonces en Cintra no pocos palacios y quintas de particulares ricos y no faltaban hospederías donde los extranjeros pudieran albergarse. Doña Sol y algunas otras damas de palacio habían acompañado a la Reina a Cintra. Natural era que hubiesen acudido allí también los galanes que a estas damas servían. Algo me incumbe decir aquí de que me pesa por dos razones.