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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Después que arregló su equipaje, el joven recorrió el pueblo despidiéndose de los amigos que durante su estancia se había ganado: próxima ya la hora de partirse y habiendo oído sonar el pito del vapor, volvió a casa con objeto de despedirse de Maximina. Por más que la buscó por todas partes no pudo hallarla: nadie sabía dónde se había metido: doña Rosalía opinó que se habría ido a la iglesia.
Antes de salir, la señora recorrió las dos piezas, buscando con los ojos si había puñal o revólver o instrumento alguno capaz de producir la muerte, y no bajó sin dejar al querido sobrino más tranquilo, en apariencia al menos, después de nuevas y patéticas exhortaciones.
Retrocedió ante este terror más vago, e hizo un violento esfuerzo para confirmarse en la idea de que era un ladrón con manos, y que las manos pueden agarrar. En un relámpago, el pensamiento de Marner recorrió a todos los vecinos que le habían hecho observaciones o preguntas que pudieran ser ahora interpretadas como motivos de sospecha.
Una vez aprobado que la comedia precisamente había de tener una reina cristiana, una emperatriz mora y tres princesas neutras, se recorrió todo el personal de dalagas del pueblo, conviniéndose por último en que la cristiana había de ser Pupen, guapa y robusta mocetona de 17 abriles, muy á propósito para representar toda la altivez de una princesa cristiana.
En fin, no era razón dejar morir de hambre a los chiquillos de la Rita; la Fábrica daba limosna a bastantes pobres de fuera: con más motivo a los de dentro; y la maestra recorrió el taller con el delantal hecho bolsa, y llovieron en él cuartos, perros y monedas de diferentes calibres en gran abundancia.
El guapo recorrió el salón en todas direcciones por ver si descubría entre las máscaras á su querida. Tenía la seguridad de reconocerla. Mientras se dedicaba á esta caza sabrosa sin resultado, alzóse súbito gran tumulto.
Oculto tras de las cortinas, y con el corazón lleno de angustia, esperé su vuelta. De pronto vi que entraba, y al advertir que no le acompañaba nadie, respiré con libertad. Ligera y juguetona como siempre, recorrió en todos sentidos su aposento sin tropezar con mi carta, hasta que por último quiso la casualidad que pusiera el pie encima. Entonces se inclinó para recogerla. Yo estaba en ascuas.
Me encontraba sobre una balsa informe que amenazaba desbaratarse por momentos. Al verme en tal situación, corrí hacia Marcial diciendo: «¡Me han dejado, nos han dejado!». El anciano se incorporó con muchísimo trabajo, apoyado en su mano; levantó la cabeza y recorrió con su turbada vista el lóbrego espacio que nos rodeaba. «¡Nada! exclamó ; no se ve nada. Ni lanchas, ni tierra, ni luces, ni costa.
Le habían disparado un arcabuzazo. Desenvainó la espada y recorrió velozmente el paraje en todo sentido. No había nadie. Al continuar su camino y al descubrirse instintivamente, advirtió, a uno y otro lado de la cumbre de su sombrero, dos agujeritos redondos. No dejó por eso de volver al bodegón del arrabal. Los moriscos le recibían ahora con extraño semblante, hablándose entre ellos.
Este último historiador cuenta varias anécdotas curiosas de la galanteria de Al-ghazal en las cortes que recorrió. Mas adelante se hablará de este singular personage, insigne músico de la Iraca, á quien tuvo el rey hospedado en su propio alcázar, colmándole de agasajos y liberalidades.
Palabra del Dia
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