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Actualizado: 24 de julio de 2025
Atado que hubimos nuestros caballos á los recios troncos de los naranjos susodichos, emprendimos la subida por la rampa, que nos condujo al salón-mirador, estancia verdaderamente deliciosa, más propia de una villa italiana ó de un carmen granadino que de un monasterio oculto en los repliegues y derivaciones de una sierra de Extremadura.
Los remos habían tocado ya el agua, y aún permanecía la lancha atracada á la rampa, y sujeta á ella por un cabo que tenía entre sus manos, por el extremo de tierra, un viejo patrón que contemplaba atónito la escena. ¡Suelte! le dijeron desde la lancha más de una vez, con débil voz.
El astillero no es muy complicado; consta solamente de dos barracas negras, formadas por maderas de barcos desguazados y de una rampa con un carril en medio. Ordinariamente se calafatea y se hacen composturas. Cuando hay trabajo nuevo, Shempelar disfruta; saca sus compases y allí se está, dibujando las piezas de un barco, sin levantar cabeza.
Al subir la rampa del puente del Real tuvieron que apartarse del borde de la acera, limpiándose con los pañuelos de blonda el polvo que levantaban las ruedas de un carruajillo descubierto que corría con velocidad insolente, arrollándolo todo. Era la última sorpresa.
Al fin, por uno de los cuatro escotillones que daban salida á los caminos en rampa arrollados en torno á las patas de la mesa, vió aparecer al mismo hombrecillo que le había hablado horas antes. Llegaba con el rostro oculto por sus tocas, y sin esperar á que Gillespie le preguntase, explicó á gritos la larga ausencia de Flimnap.
Entre mi observatorio y esta mies, que descendía en rampa hacia los montes de enfrente, y muy inclinada al mismo tiempo hacia el río, un pedregal erizado de malezas y surcado de senderos y camberas de comunicación con el pueblo, cuyas casitas se veían, hechas un rebaño, en lo más alto de la mies, con la iglesia en medio, que parecía, y lo era en sustancia, su pastor.
El silencio que siguió al tumulto tenía algo de solemne, y cuantos hombres lograron escapar a la carnicería se miraban unos a otros con gravedad, como admirados de volverse a ver. Algunos llamaban al amigo; otros, al hermano, que no respondía, y dirigiéndose en su busca por la trinchera, a lo largo de los parapetos o por la rampa, gritaban: «¡Eh! ¡Jacobo, Felipe! ¿Eres tú?»
Era a modo de un pequeño túnel, al extremo del cual se veía el espacio libre de otros corrales, con hierba en el suelo y cabestros que paseaban placenteramente: una ficción de la lejana dehesa, que atraía a la fiera. Avanzaba ésta lentamente por el callejón, como si husmease el peligro, temiendo poner sus pies en la suave rampa de madera que corregía la altura del encierro montado sobre ruedas.
Por fortuna, el terror de los defensores no duró más de un segundo; todos comprendieron que a la menor vacilación estaban perdidos. Dos escalas se elevaban en aquel momento por los aires, a pesar del fuego, y venían a apoyar sus garfios en la rampa.
Fortunata vio largo rosario de coches como culebra que avanzaba ondeando; y al mismo tiempo otro entierro subía por la rampa de San Isidro, y otro por la de San Justo. Como el viento venía de aquella parte, oyó claramente la campana de San Justo que anunciaba cadáver. «Estará con su papá pensó ella , y aunque al volver me vea, no ha de decirme nada».
Palabra del Dia
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