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La veía despertando en su corazón juvenil una pasión tierna y ardorosa a la vez; bella y pura como un querubín, con el rostro fino y ovalado y ojos azules que le miraban con amor.

Aunque iba aseado y vestido a la europea, yo me lo representé, no bien supe su nombre y su origen, como si fuera el propio Adán que acababa de ser echado por segunda vez del Paraíso. Y no era quien le echaba un querubín con espada de fuego, sino su tío el doctor López.

El niño parecía conmovido, como pueden estar los ángeles a la vista de las miserias humanas; movió tristemente la cabecita, cruzó las manos y prosiguió con la expresión de un querubín que mira a la tierra: Ellos, ¡ingratos!, de pesarte llenan... ¿Seré yo también sordo a tu gemir? ¡No! Yo no quiero frutos que envenenan, No quiero goces que a mi Madre apenan, ¡No quiero ser así!

21 Así que vistió Salomón de oro puro la Casa por dentro, y cerró la puerta del oratorio con cadenas de oro, y lo vistió de oro. 23 Hizo también en el oratorio dos querubines de madera de oliva, cada uno de altura de diez codos. 25 Asimismo el otro querubín tenía diez codos; porque ambos querubines eran de un tamaño y de una hechura. 26 La altura del uno era de diez codos, y asimismo el otro.

Quilito se le había figurado muy feo y muy tipo, porque misia Gregoria no hablaba de él sino para motejarle de renacuajo, y cuando le vió en Palermo, al lado de Jacinto, después de muchísimo tiempo que no le veía, con su carita de querubín, blanco y rubio, muy derecho, muy bien vestido, parecióle un hijo de lord, y contestó afectuosamente a su saludo.

¡Tengo tanta necesidad de reposo, pobre nena mía! ¿Por qué no me llevas contigo? ¡Ay, si pudiera!... murmuró Fabrice. ¡Anda, llévame, papacito! ¡No es posible, alma mía!... ¡Anda... vete a dormir!... ¿Te vas por mucho tiempo? continuó la niña. Por... alguno... Todavía no lo fijo... ¡Anda... anda a dormir, hija mía! Jacques dio un beso a aquel querubín.

12 De la misma manera una ala del otro querubín era de cinco codos; la cual llegaba hasta la pared de la Casa; y la otra ala era de cinco codos, que tocaba el ala del otro querubín. 14 Hizo también un velo de cárdeno, púrpura, carmesí y lino, e hizo resaltar en él querubines. 15 Delante de la Casa hizo dos columnas de treinta y cinco codos de longitud; con sus capiteles encima, de cinco codos.

¡Pero qué interesante se va poniendo el querubín éste! continuó el rudo escudero. Vamos á ver si lo describo: ojos de gacela, piel finísima, como la de mi prima Berta, y unos buclecillos tan luengos y tan rubios... Al decir esto, su mano tocó el rizado cabello de Roger. Buscáis pendencia.... ¿Y aunque así fuera? Yo os diría que lo hacéis como un patán, y no como hombre bien nacido.