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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Fue después esposa del conde de Lligonnés, gentilhombre de la Lozare; en este matrimonio tuvo una familia muy numerosa que fue modelo de virtud y de nobleza. Esta familia vive hoy en Mende, respetada y querida de todos.
Su grito de pavor fue ahogado por el de su compañero. Más rápido que el pensamiento, el joven, se tiró del caballo y levantó en sus robustos brazos a la linda desmayada. ¡Eva! ¡Mi querida Eva! exclamó transportado por irresistible entusiasmo.
»Por eso la colegiala más querida de sus compañeras es la más indócil y revoltosa y holgazana, la que más depresivos motes pone a las madres, y más perturbaciones acarrea en el gobierno interior de la casa.
«¡Unos tanto y otros tan poco! pensaba . Hay quien está como yo y quien regala a la querida caballos rusos, y quien, como ese maldito, amuebla casa para una sola cita... No ha puesto más que un gabinete; pero para el caso es igual.»
Eso lo dirán los libros, que según dice la Señana, están llenos de mentiras. Eso lo dicen la fe y la razón, querida Nela. Tu imaginación te hace creer mil errores. Poco a poco yo los iré destruyendo, y tendrás ideas buenas sobre todas las cosas de este mundo y del otro.
Salió el duque echando pestes del coruscante hotelito. Como por las inmediaciones no había coches y no quería utilizar el de su querida, por más que él lo pagara, encaminóse a pie hacia su casa.
Tristán tomó la mano de su prometida, la apretó tiernamente y dijo sonriendo: La edad de oro, querida mía, se ha vuelto al cielo. Pero tu felicidad no se ha deshecho; sólo se ha interrumpido un instante... si es que me quieres como aseguras.
¡Sí, don Fermín, por Dios! exclamó doña Lucía, juntando las manos segura estoy de que recobrará la salud aquella querida niña, si usted le lleva el consuelo de su palabra. No se atrevía a llamarla su hija. La creía de Dios, sólo de Dios. Después se habló de otra cosa.
En efecto, encuentro muy bien a Huberto Martholl, y ¿no tengo razón? interrogó la joven con una linda sonrisa. Mi querida María Teresa, creo que no debemos ver las cosas del mismo modo.
No lo abráis; ocultadlo entre las ropas; que no se os separe ni un instante. Ya veis que tengo tanta confianza en vos como si fuerais mi mujer... ¡Qué emocionada estáis! Calmaos, querida amiga, os habéis equivocado respecto a mis intenciones. Trémula y casi desfallecida de alegría, Marta escondió el sobre en su seno.
Palabra del Dia
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