United States or Laos ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y fui en busca de las criadas, hice matar seis tiernos pollos y me quedé mirando tranquilamente a esas pobres aves, mientras la sangre brotaba de sus pescuezos abiertos. Daba lástima ver cómo uno de ellos, un gallito, batía las alas mientras la angustia de la muerte le arrancaba gritos y trataba de herir con sus espolones los dedos de la criada.

Y luego, aunque se quede usted sólita en el baile, mucho cuidado con aceptar invitación de tantos pollos amables, porque si el señor sabe que se ha bailado, pone un hocico inaguantable y habla de un tal Otelo, y dispara un soneto en que le pone a una de pérfida, perjura e infiel, que no hay por dónde cogerla.... No señor; la cosa no puede seguir así.

Arriméme a la puerta de una gran casa de un mercader, hice mis acostumbradas diligencias, y a pocos lances me quedé en ella.

4 Y si fuere digno el negocio de que yo también vaya, irán conmigo. 5 Y a vosotros iré, cuando hubiere pasado por Macedonia, porque por Macedonia tengo que pasar. 6 Y podrá ser que me quede con vosotros, o invernare también, para que vosotros me llevéis a donde hubiere de ir. 7 Porque no os quiero ahora ver de paso; porque espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permitiere.

Don Luis Sotomayor "¿de que aprovecha El fuerte, dice, en tierra, donde puede Tomar el enemigo cualquier trecha, Sin que en manera alguna se le vede Del fuerte? Lo mejor es, que bien hecha Le sea, con la gente que aquí quede, La guerra al enemigo, si viniere, Con fuerza lo mejor que ser pudiere." Estando desta suerte recelosos De Francisco, sucede ¡O cosa extraña!

Mas no contentas las mujeres con tanta gloria, no satisfechas de inspirar sólo, han querido y debido escribir también, a fin de que una de las faces de nuestro espíritu, colectivamente considerado, no quede en la sombra, sin dejar rastro y sin dar razón permanente de .

Aquí misia Casilda dejó de mirar sus manos, y se puso pálida, muy pálida. Y ¿qué hiciste? preguntó ansiosa; cruzarías la calle, sin mirarlas. Me quedé plantado contestó don Pablo Aquiles. La señora protestó. Siempre había de ser el mismo.

Atilio se mantuvo pensativo unos instantes, y continuó: Nos falta un nombre: nuestra comunidad debe tener un título. Nos llamaremos... nos llamaremos «Los enemigos de la mujer». Miguel sonrió. Que el título quede entre nosotros. Si lo saben fuera de aquí, podrían creer otra cosa.

En estas y otras cosas pensaba yo, cuando al fin mi cuerpo se rindió a la fatiga, y me quedé dormido al amanecer del 23, habiendo vencido mi naturaleza juvenil a mi curiosidad.

Sus ojos estaban bajos como avergonzados, mientras su barba fina descansaba abatida sobre su pecho jadeante. ¿Qué podía yo decir? ¿Qué habrían dicho ustedes? Me quedé silencioso.