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El sacrílego principió por una tenaz negativa; pero le aplicaron garrotillo en los pulgares o un cuarto de rueda, y canto de plano. Cuando el virrey recibió el oficio del intendente de Hancavelica despachó para guarda del reo una compañía de su escolta.

Te lo vengo diciendo, y ... Si eres un chiquillo... Abatidísimo, el desdichado señor no decía una palabra. Todo el día estuvo en el sillón, con las manos cruzadas, volteando los pulgares uno sobre otro. Su mujer y su hijo le confortaban con palabras cariñosas, más él no se daba a partido, y su dolor cómo que se exacerbaba con los paliativos verbales.

Me iré a vivir a un pueblo, sin más lujo que una escopeta, ni más amigo que un perro. De pronto soltó a Cristeta, se sentó en una silla, y juntando las manos, comenzó a dar vueltas con los pulgares, como suelen hacer los que están muy aburridos. Cristeta, discurriendo con el sublime egoísmo del amor, pensó: «¡Pobre! ¡Tal vez se quede pobre! ¡Así será más fácilmente mío

¡Qué lástima que no estén casados! murmuró el economista mirando a sus pulgares que estaban quietos uno frente a otro, como recelosos de unirse . Porque si vivieran como Dios manda... Ya ves qué proporción. ¡Billetes gratis, casa gratis, comida gratis!... La idea de humillarse a Amparo y ser su huésped y deberle un favor grande, sublevó el orgullo de la Pipaón...

El señor Macey contrajo los labios, inclinó más todavía la cabeza hacia un costado y sus pulgares se pusieron a girar con un movimiento rápido, mientras que sus ojos seguían a Godfrey a través del baile. Por último resumió su opinión: Es bastante bien hacia abajo; pero sus espaldas son demasiado redondas.

Las gentes que creen en la licencia de Cliff, no se atreverán jamás a acercarse a aquel lugar por diez libras esterlinas. Si el señor Dowlas quiere conocer la verdad sobre este asunto dijo el señor Macey con sonrisa sarcástica, golpeándose los pulgares el uno contra el otro , no tiene para qué hacer apuestas; que vaya allá solo, nadie se lo impedirá.

Las mujeres le habían contado... él tenía un sueño pesadísimo... ¿De modo que no había sido nada?... Escuchó con los ojos bajos y los pulgares juntos el breve relato del señor. Luego fue a la puerta, para contemplar las huellas de los proyectiles. Un milagro, don Jaime, un verdadero milagro.