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Actualizado: 6 de julio de 2025
Estaba completamente sordo, teniendo que auxiliarse de una trompetilla para recoger algunos sonidos; su inteligencia sufría eclipses, y la memoria se le perdía en ocasiones casi por completo, quedándose en la tristeza del instante presente, sin ayer, sin historia, como si cayera de una nube en mitad de la vida, a la manera de un bólido. Sus distracciones eran ya puramente pueriles.
Al ver tan pueriles frivolidades, antes que vivir en Paris, preferiria vivir en una choza, enclavada en el fondo de un bosque, aunque fuese un bosque de la selva Negra.
Vámonos, pues, á ver lo que sucede en casa de don Silvestre Seturas. No bien llegaron á ella los dos amigos, cuando el de Madrid, arrojando sobre una silla su sombrero, y dejándose caer sentado en la inmediata, dijo, entre desalentado y furibundo: ¡No puedo más, amigo mío! Esta reciente escena acabó con mi paciencia y con la última de mis pueriles ilusiones.
La hermosa dama ya no gustaba de embromar a su juvenil amante. No se acordaba siquiera de aquellas gozosas y pueriles escenas en que se deleitaban, ora haciendo ella de reina que recibe en corte a sus ministros, ya jugando besos a los naipes o en otras mil niñerías que la tornaban a la adolescencia. Ahora apenas sabía hablar de otra cosa más que de su pleito.
Después de haber triunfado de los pueriles temores, describimos una curva por debajo del agua y sentimos el aire silbar en nuestros oídos; la superficie, abierta por nuestra cabeza, se agita en derredor; nos sentimos como perdidos en un abismo rugiente que nos aprisiona.
El colonizador permaneció impasible, encontrando, sin duda, inoportunas estas gracias pueriles, y Elena tuvo que continuar hablando con gravedad. A ver explíquese usted. Dígame cuáles son sus planes para sacar á mi marido de aquí, llevándolo á esas tierras lejanas donde vive usted como un señor feudal.
Su despecho le hizo cometer un sinnúmero de acciones pueriles y envilecedoras. Esta vigilancia únicamente había servido para despertar su cólera.
Andando el tiempo el temperamento recobró sus derechos, cayó de nuevo en sus manías pueriles, en su impresionabilidad femenil, al paso que ella se crecía descubriendo un temperamento firme, equilibrado y recto. No le costó mucho trabajo a Clementina someter, fascinar enteramente al joven naturalista.
Aparte de nimiedades y ciertas cosas pueriles, le llenaba de admiracion el método allí seguido y de gratitud el afan de los profesores. Sus ojos se llenaban á veces de lágrimas pensando en los cuatro años anteriores en que por falta de medios no había podido estudiar en aquel centro.
Por disputas pueriles conmigo, que ningún daño le hice, por si en casa debían o no observarse ciertos deberes religiosos, Pepe ha llevado las cosas a un extremo que Vd. juzgará. Logré convencer a Leocadia... y, la verdad, nunca me lo ha perdonado.
Palabra del Dia
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