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Ni Visitación ni Paco se atrevían ya nunca a decir nada a don Álvaro alusivo a sus pretensiones amorosas: le dejaban hacer; conocían en la cara de gloria del Tenorio que esperaba el triunfo, que tal vez lo estaba tocando, y comprendían que el pudor, la vergüenza, mejor dicho, exigía un silencio absoluto respecto del caso.

Vuelvo, oigo y penetro, señora doña Flora. Estoy arrepentido de mi locura... Tentome el demonio, y... Pero siento pasos, que se me figura son los del Sr. D. Pedro del Congosto. Jesús, María y José... ¡Y ahí tan serio tomando chocolate conmigo!... Pero hombre, ¿y el pudor y la decencia?

En cuanto la columbraba a lo lejos se echaba a la calle para seguirla hasta donde pudiese. A la dama le molestaba esta persecución fuertemente, por ser la hora en que iba a casa de su amante. No que le importase mucho que se divulgasen sus nuevos amores, sino por un resto de pudor que conservaba.

La música y la propia imaginación las embriaga; el negro del tambor se agita como bajo un paroxismo más intenso aún, y las mujeres, enloquecidas, pierden todo pudor.

Las muchachas reían sin motivo, se pellizcaban, tropezaban unas con otras, se amontonaban, y al pasar los grupos de obreros crecía la algazara; había golpes en la espalda, carcajadas de malicia, gritos de mentida indignación, de falso pudor, no por hipocresía, sino como si se tratara de un paso de comedia.

Margarita extremaba sus palabras de cariño, mirándole con ojos húmedos. Sus manos acariciadoras parecían de madre más que de amante; su ternura iba acompañada de un desinterés y un pudor extraordinarios. Se quedaba obstinadamente en el estudio, evitando el pasar á las otras habitaciones. Aquí estamos bien... No quiero: es inútil.

Mucho ha picoteado por ahí la gente suponiéndonos inclinados a contraer matrimonio; pero sobre que yo he aborrecido siempre todo lo que sea obra de varón, el señor D. Pedro se pone encendido como la grana cuando tal le dicen, porque ve en esas habladurías una ofensa directa a su pudor y al mío.

Y en el momento que tal habló arrepintiose de ello, porque lo que deseaba saber, si picaba mucho en curiosidad, también le picaba algo el pudor. ¡Si encontrara una manera delicada de hacer la pregunta...! Revolvió en su mente todo lo que sabía y no hallaba ninguna fórmula que sentase bien en su boca. Y la cosa era bastante natural.

El pudor, que es el sentimiento más afinado en la naturaleza de la mujer, fue lo primero que vibró en la de Nieves al recobrar ésta el dominio de su razón. Notó la flojedad del cuerpo de su vestido, mirose, le vio desentallado, reparó en el impermeable que la cubría los hombros; Y con una mirada angustiosa preguntó a Leto la causa de ello.

Trataba de observar con más escrúpulo que nunca aquella especie de pudor que sienta tan bien á los verdaderos sentimientos; pues no ganaba nada: era sospechoso de poesía. Se me atribuían quimeras novelescas, para tener el placer de combatirlas, poníaseme en las manos no qué arpa ridícula, para proporcionarse la diversión de romperle las cuerdas.