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Actualizado: 12 de junio de 2025
¡Ay! ¡Vivir! ¡vivir! exclamó Amaury con doloroso acento. ¿Cómo vivir sin aire, sin sol, sin amor? ¿Cómo vivir sin ella? No hay más remedio, Amaury; oye bien esto: En nombre de Magdalena, en su sagrado nombre, yo, su padre, te prohíbo suicidarte. Amaury se cubrió el rostro con las manos. Estaba desesperado.
Susana díjele colocándome delante de ella, con aire resuelto, ¿conque yo soy rica? ¿Quién os ha dicho tal sandez, señorita? Eso no te importa, Susana; lo que quiero es que me contestes y me digas dónde vive mi tío de Pavol. ¡Quiero, quiero! rezongó Susana, se acabó la niña a fe mía. Ídos a pasear, señorita; no os diré nada, porque nada sé. Mientes, Susana, y te prohíbo que me contestes así.
Te prohíbo que vuelvas a hacerlo en adelante. Sin responder, él se inclina para recoger la rosa que se ha caído de su pecho. Quiero volver a casa dice Gertrudis, paseando su vista en derredor, con expresión inquieta. Marchan un momento en silencio, uno al lado de otro. Ella fija sus ojos en el horizonte, mientras él respira ávidamente la rosa que ha recogido. Huele bien dice en tono inocente.
No la leeré replicó Jacques rechazando la mano de Calvat que le tendía la carta . ¡Sal de aquí al instante, y te prohibo que vuelvas jamás a poner los pies en mi casa! Ya me volverás a llamar, y como no soy rencoroso, volveré a tu primera palabra. Esa carta es de Pierrepont dirigida a tu mujer. Ahí te la dejo. La arrojó sobre la mesa y salió del taller.
Pues así y todo... yo me entiendo... Repuesto de su turbación, el sacerdote dijo entonces con aspereza: Ruego a usted que no vuelva a decir esas cosas, ni que las piense... Se lo prohíbo... Advierta usted que se trata de dos sacerdotes añadió después de una pausa, dulcificando la voz.
Palabra del Dia
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