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En aquellas fiestas, el pueblo no se manifestaba sino como un convidado mas, añadido á la lista de alcaldes, funcionarios, gentiles-hombres, frailes y generales; no era otra cosa que un espectador, cuyas pasivas funciones estaban previstas y señaladas en los artículos del programa, y desempeñaba como tal el papel que la etiqueta le prescribía.

Apenas si veía brillar confusamente sobre el tablado las labores de plata de los negros terciopelos, las armas de la Inquisición y del Rey bordadas sobre el morado dosel que exornaba los sitiales carmesíes, y, hacia el centro de la plaza, el oro del frontal color de sangre que prescribía la liturgia de aquel tremendo holocausto.

Contábase con terror en el pueblo, que había ahogado a un marinero por pasarlo tres veces debajo de la quilla, según prescribía la ordenanza para ciertas faltas; y a más de ciento había derrengado a palos o les había levantado el pellejo con el chicote.

Grangeóse el rey la reputacion de buen príncipe, que no conservó mucho tiempo; y se consagró el dia con fiestas que duráron mas de lo que prescribia la ley, conservándose aun su memoria en el Asia. Decia Zadig: ¡con que en fin soy feliz! pero Zadig se engañaba. El ministro. Habiendo perdido el rey á su primer ministro, escogió á Zadig para desempeñar este cargo.

Como se esperaba su muerte por momentos, habíanle vestido el manto todo blanco que prescribía para aquel último trance la regla de Santiago. Sostenía su cabeza el mismo cojín de cuero verde sobre el cual su esposa doña Brianda había exhalado el último suspiro. Don Alonso pidió que les dejaran a solas. Cuando todos se retiraron, el moribundo bajó tristemente los ojos hacia el amigo.

8 de mayo. ¿Quién me impedirá buscar en otro sitio la independencia y el gozar en un olvido profundo, cobijado bajo cualquier abrigo impenetrable a las miradas de los hombres, la dicha que la sociedad me rehúsa? ¿Qué hago yo aquí, y quién advertirá mi ausencia en este torbellino de personas frías y extrañas, continuamente distraídas por los intereses de su fortuna y de su orgullo? ¿No he llenado ya para con mi país los deberes que me prescribía mi nombre? ¿El límite de mis obligaciones se extiende, acaso, más allá del sacrificio de mi vida cien veces expuesta en los campos de batalla?

Las calles, aunque tiradas a cordel, según prescribía la moda en el tiempo en que se abrieron, estaban ya torcidas, gracias a las invasiones o a las deficiencias de los setos de membrillo, boj y rosal.