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Actualizado: 18 de junio de 2025
Una potencia sensitiva fina, delicada, pronta, y expedita: una imaginativa firme, fecunda, exâcta, y acomodable á tantos objetos, como se deben pintar en ella: una memoria felíz, estable, y dilatada: un ingenio agudo, extendido, claro, pronto, descubridor, y desembarazado: un juicio sólido, recto, maduro, firme, seguro, é incorruptible por los afectos del ánimo, son un conjunto de preciosidades tan difíciles de encontrar entre los hombres, como el Fenix.
Grande, sublime, entusiasmador es todo cuanto pueda contribuir á fijar en el tierno corazon de la Reina la idea, de que el Aragon ha sido mas de lo que es, y puede ser todavia mucho mas, sino se le deja en el olvido, y se le mira como un pais que puede elevarse al mas alto grado de esplendor. De lo que deberia egecutarse para conservar y reparar las preciosidades de este edificio.
Cuando la encontramos Pez y yo, y tuvimos el honor de que nos guiara a la morada de Bringas, ya llevaban más de un año de abandono y podredumbre las famosas tablas de Rafael, el cuadro de Tristán y las otras mil preciosidades que por milagro de Dios no estaban en los museos. Era Cándida una de las más constantes visitas de los Bringas.
Debió existir en aquellos siglos una competencia terrible de boato y esplendor entre las damas, pues Plinio, literato oficial de Trajano, pero austero y solemne moralista, a pesar de su adulación forzosa al gran emperador, dice en un pasaje de sus «Cartas»: «Supuesto que los hombres han mirado siempre como una obligación, dictada por la misma Naturaleza, el complacer a las damas, amarlas y servirlas, se han visto también precisados a sufrir algunos excesos en que les ha hecho caer su natural propensión a adornarse y a emplear en su servicio las mayores preciosidades de la Naturaleza»: Alude Plinio en estas palabras inmortales a las perlas que las señoras romanas usaban como castañuelas.
¡Qué efecto no producirían en nuestros artistas, en nuestros capitanes y literatos los esplendores de las grandes ciudades italianas al visitarlas por vez primera! ¿Cómo extrañar entonces que nuestros antepasados enamorándose de aquellas bellezas, se deleitaran con su estudio y ansiasen la posesión de aquellas preciosidades para transportarlas á sus opulentas mansiones españolas!
«¡Si pestañeara! dijo para sí aquel calaverón incorregible de D. José Relimpio . Yo he visto esa cara en alguna parte; esa fisonomía no me es desconocida». Alonso seguía dando noticias discretas y mostrando algunas preciosidades, a lo que atendía con mucha urbanidad el padrino de Isidora. Pero esta no veía ni oía nada. Se había quedado de color de cera, y temblaba de frío.
Palabra del Dia
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