Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 3 de junio de 2025


Eran las fortificaciones de una guerra milenaria, de una pelea de diez siglos entre moros y cristianos por el dominio del mar azul; lucha de piratería, en la que los hombres mediterráneos diferenciados por la religión, pero idénticos en el alma habían prolongado hasta principios del siglo XIX las aventuras de la Odisea.

Pero ni aun así la compramos. A pesar de tan gran sacrificio, fuimos arrastrados a la guerra. Inglaterra nos obligó a ello, apresando inoportunamente cuatro fragatas que venían de América cargadas de caudales. Después de aquel acto de piratería, la Corte de Madrid no tuvo más remedio que echarse en brazos de Napoleón, el cual no deseaba otra cosa.

Lo que usted quería, digamos las cosas claras, lo que usted quería era casarse para tener un nombre, independencia y poder corretear libremente. ¿Más clarito todavía? Pues lo que usted deseaba era una bandera para poder ejercer la piratería con apariencias de legalidad. ¡Desdichado hombre el que cargó con usted! De veras que le cayó la lotería.

Mil setecientos turcos y africanos, lo peor de la piratería, tomaban tierra atraídos por la riqueza del pueblo, y más aún por el deseo de asaltar cierto convento de monjas, donde vivían retiradas del mundo jóvenes hermosas y de ilustre familia.

Sentado sobre aquel cañón, y rodeado de aquellos restos, supe pasaba muchas horas el matandá. Las negruzcas ruinas del baluarte de Cotta, y su inválido cañón, claramente demostraban que por allí había pasado la tea incendiaria de la piratería morisca.

La serenidad le salvó al capitán y quizá también nuestros informes. El inglés, que es muy perro, no necesita muchos expedientes para ahorcar a un capitán sospechoso de piratería. No en balde han pirateado ellos durante cientos de años. Tristán, el de la cicatriz, se manifestó rebelde y lo castigaron varias veces.

La piratería quedó encerrada para siempre en los últimos picachos que sombrean las candentes arenas del Archipiélago de Joló, pudiéndose entregar con toda tranquilidad á sus habituales faenas los pueblos playeros que bordan el Estrecho de San Bernardino.

La vida en plena Naturaleza, la piratería en la selva, le daban, cuando permanecía silencioso, una tosquedad huraña, semejante a la del árbol o el pedrusco.

En el NO. del mar de Mindoro que dejamos reseñado, y como espléndido remate á la admirable posición geográfica con que la naturaleza ha dotado á las Filipinas, tanto en relación con los países inmediatos como también para facilitar el fomento de la propia riqueza, se encuentra el grupo de las Visayas, islas hasta hace poco relegadas al más vergonzoso atraso bajo la tiránica opresión de la piratería joloana, pero que influídas hoy por el ambiente de paz que hace años disfrutan, constituyen con las inmediatas provincias del S. de Luzón el emporio verdadero de la riqueza y de la producción en aquel país.

Creíamos encontrar la salvación, cuando un buque inglés de guerra nos capturó y nos llevo al navio que días antes nos había dado caza. Eramos sospechosos de piratería. Sabido es que las leyes contra los piratas son muy severas. El pirata está fuera del derecho de gentes, y la ley inglesa le condena a ser colgado por el cuello, hasta que sobrevenga la muerte.

Palabra del Dia

rigoleto

Otros Mirando