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Dado tal linaje de culto, juzgue el pío lector cuál sería el gozo, confusión y anonadamiento del señor Joaquín, al recibir una mañana a un grave y apuesto sujeto, encargado de saludarle de parte del mismísimo Don Fulano.

Entre ellos se hallaba una buena señora, hija legítima de Albion, que venia de Roma y se dirigia á Inglaterra, Anglicana ortodoxa, pero llena de ese candor que distingue á casi todos los ingleses excursionistas, contaba con entusiasmo que le habia besado el pié á Pio IX y que este patriarca la habia tratado con la mayor dulzura.

43 Y aconteció que se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor. 1 Y había un varón en Cesarea llamado Cornelio, centurión de la compañía que se llamaba la Italiana, 2 pío y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.

D. Saturnino Alvarez, Tesorero del Real Consulado; el Sr. Dr. D. Agustin Pio de Elia, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. D. Miguel de Escuti, vecino y del comercio; el Sr. D. Pedro de Arteaga, Oficial segundo de la Secretaría de Gobierno y Guerra del Vireinato; el Sr. D. José María de las Carreras, vecino y del comercio; el Sr.

Rica perla de dos mares, si humilde la ofrenda es, ya ves que, inspirada en tu belleza y reflejando tu historia, tiene por timbre de gloria la sombra de tu grandeza. Años ha que mi navío, después de tender la lona y recorrer la ancha zona de la mar a su albedrío, cedió pío de mi afán al hondo anhelo. A tus playas se acercó y benigno me dejó, Manila, sobre tu suelo.

A falta de personas formales los niños tomaban posesión del paseo, utilizándolo para los juegos del aro, de la cuerda, de la pelota, pío campo, escondite, y otros no menos respetables, tan respetables, por lo menos, y por de contado más saludables, que los de el ajedrez, tresillo, ruleta y siete y media con que los hombres se divierten.

D. Pedro con buen celo y pecho pio, En Dios pongamos, dice, la esperanza, Y pues es para mas su poderío, El nos dar

Y en último término, todas las circunstancias preliminares de un enlace quedan olvidadas ante el aleteo de las nuevas vidas y el pío pío que resuena en nuestro corazón. Comencemos por desvanecer el error en que el título de esta croniquilla pudiera inducir al lector.

Tenía doce o trece pollos grandecitos, y un día, estando dándoles de comer, comenzó a decir: "Pío, pío", y esto muchas veces.

Porque si , lector pío y candoroso, sentado a las márgenes de los arroyos de leche y miel que fertilizan la Jerusalén celestial que habitas, has creído que existe la noción del bien y del mal en todos los corazones, con la misma claridad que la posees en tu entendimiento iluminado por la gracia, estás en un error crasísimo.