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Actualizado: 2 de julio de 2025


Ahora vivo la vida prosáica de quien no fía en humanos afectos, de quien llama las cosas por sus nombres, de quien sólo gusta de la poesía en teatros y academias, y no quiere que el mundo y la sociedad sean como los pintaban los novelistas de antaño, los soñadores lamartinianos, los grandes ingenios de la legión romántica. ¡Ay de que malgasté en vanas imaginaciones las energías de mi alma, y despilfarré los más nobles sentimientos, y cansé mi fantasía, y dejé en los zarzales del camino pedazos del corazón!

En sus festividades se adornaban todos ellos la cabeza con plumas de colores: los hombres se presentaban desnudos, ó cubiertos solamente con una especie de camisa sin mangas; las mugeres vestian la misma camisa, llevaban los cabellos sueltos y se pintaban la cara de negro y de rojo á imitacion de los indios; quienes se agujereaban ademas los labios y la nariz para adornarse con argolletas: un collarin, hecho con los dientes de sus enemigos muertos en el combate, era entre tanto el adorno que ostentaban con mas ufanía.

Los labios, que las grandes señoras se pintaban de rojo, los tenía ella de color de violeta.

Y así, los dejaron ir delante, y ellos los fueron siguiendo a pie, poco a poco. No dejó de avisar el cura lo que había de hacer Dorotea; a lo que ella dijo que descuidasen, que todo se haría, sin faltar punto, como lo pedían y pintaban los libros de caballerías.

porque cada uno dellos tenía uno o dos sabios, como de molde, que no solamente escribían sus hechos, sino que pintaban sus más mínimos pensamientos y niñerías, por más escondidas que fuesen; y no había de ser tan desdichado tan buen caballero, que le faltase a él lo que sobró a Platir y a otros semejantes.

Y la admiración y la duda se pintaban en su candoroso y bello semblante. Por último, la dueña tocó a una puerta, que no estaba abierta como las demás que habían dado paso de un salón a otro salón, sino que estaba cerrada. La dueña la abrió un poco, lo suficiente para que cupiese por ella una persona, empujó a Mutileder, le hizo entrar, y quedándose fuera, cerró otra vez la puerta, dejándole solo.

Su inteligencia, tan viva y brillante en otras ocasiones, estaba adormecida; y recostado en un rincón, con la vista fija en el ángulo opuesto, sus ojos buscaban la obscuridad como único descanso. El descuido, el abandono, la atonía y un sopor estúpido se pintaban en su actitud. Cuando le notificaron que estaba libre, tardó mucho en adquirir la completa noción de aquel cambio.

Durante la comida, que fue tan «opípara» como se la había anunciado en hipótesis don Adrián Pérez a su hijo andando hacia Peleches los dos, tuvo Leto varias pruebas más de que el león no era tan fiero como le pintaban: hasta llegó a encontrarse muy a gusto encerrado en la jaula con él.

Aquellos libros que le obligaban a estudiar, y aquellos hombres que había de tratar por fuerza, le pintaban el mundo como una sola jornada de la vida humana, como una prueba para el temple del alma; la tierra como valle de lágrimas, en que son mentira los aromas del campo y las alegrías del corazón. Aquí abajo le dijeron todo es falso, impuro y deleznable.

Palabra del Dia

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