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Actualizado: 23 de junio de 2025


Hechas las presentaciones del caso, el Tesorero abrió la pesada puerta de madera, y apareció otra, moderna, semejante a la de una caja fuerte. La abrió a su vez, y en seguida una fuerte reja, que todavía impedía el paso. Pero ni ese aparato de seguridad haría sospechar la riqueza que en aquel aposento se guardaba.

Después de la muerte de los antiguos dioses y la destrucción de sus templos, los pueblos cristianos continuaron en muchas partes venerando el agua de los manantiales: así en el nacimiento del Cefiso en Beocia, se ve una al lado de otra, las ruinas de dos ninfeos griegos con sus elegantes columnas y la pesada arquitectura de una capilla de la Edad Media.

Toda la noche la pasó tendido en su cama como una masa inerte, con la pesada cabeza hundida en las sábanas, el rostro envejecido, la barba alborotada y los ojos cerrados.

Desapareció para ir á ponerse un traje muy historiado. Pero jamás era pesada en su atavío y al dar las seis, volvía á entrar en el salón. Era tiempo, porque á la sazón llegaba Roussel.

Otras veces, la pesada masa de las nubes borra las cimas, las pendientes superiores, toda la alta montaña, como si el cielo ceniciento ú obscuro descendiera hasta la tierra: el monte se aleja y se aproxima según el juego de los vapores que se adelgazan y se espesan.

Por fin, se incorporó; y la empapada cabellera estirose fuera del agua, rígida, pesada, rumorosa, al modo de las algas, cuando la ola desciende.

Avanzaba el «paso» de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, una pesada plataforma de labrado metal, con faldas de terciopelo negro que rozaban el suelo, ocultando los pies de los veinte hombres sudorosos y casi desnudos que marchaban debajo sosteniéndola.

Yo estoy aquí para lo demás. Llegó Semana Santa, y Gabriel encontró ocasión para ganarse algunos jornales. Iban a levantar en la catedral el famoso Monumento entre el trascoro y la puerta del Perdón. Era una fábrica pesada y complicadísima, de estilo suntuoso y barroco, que había costado a principios de siglo una fortuna al segundo cardenal de Borbón.

Pero en el aire quedaba flotando una verdad difusa y pesada: que Escobar había triunfado; que Belarmino hablaba un idioma inteligible para él y un tanto para Escobar, y que uno y otro eran personas de especie distinta y acaso de naturaleza superior. A oídos de Apolonio llegaron las nuevas de lo sucedido. La envidia es clarividente; pero mira con vidrios de aumento.

La gente sin ventura zaratina, Que digimos estaba rancheada, La muerte cada paso por vecina Tenia con la vida muy tasada. Seis onzas dan escasas de harina Hedionda, sin virtud, y mal pesada: Así se v

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