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Actualizado: 23 de junio de 2025


La generosidad del Comendador humillaba su orgullo, y por más que trataba de empequeñecerla ó de afear y envilecer sus causas fingiéndoselas vulgares, absurdas ó caprichosas, dicha generosidad resplandecía siempre y la ofendía. La voluntad de Doña Blanca era de hierro: pocas personas más pertinaces y firmes que ella; pero su espíritu vacilaba y no se aquietaba jamás.

La madurez se revelaba en él por un salto atrás; íbasele metiendo en el cuerpo la seriedad de los Mirandas; y de amable calavera, pasaba a hombre de peso. No del todo extrañas a tal metamorfosis debían ser algunas dolencias pertinaces, protesta del hígado contra el malsano régimen, mitad sedentario y mitad febril, tanto tiempo observado por Aurelio.

Doctor aquel, estotro unico y doto Licenciado, de Apolo ambos sequaces Con raras obras y animo devoto. Las dos contrarias indignadas haces Ya miden las espadas, ya se cierran Duras en su teson y pertinaces. Con los dientes se muerden y se aferran Con las garras, las fieras imitando, Que toda piedad de destierran.

Aquellas galerías parecían aprisionar para el anciano pertinaces memorias; y el aire mismo se inmovilizaba entre ellas, como impregnado de quietud monacal y campesino silencio. El padre y la hija sólo habitaban el piso alto del caserón. La majestad y la incuria reinaban a la par en las estancias.

Entre nuestros apuntes de entonces, hemos hallado uno que confirma el cambio de que hablamos, experimentado en las costumbres; porque ¿quién sospecharía que hasta los mancebos más pertinaces viciosos valíanse entonces de las escrituras públicas para procurar la enmienda de sus yerros?

En algunas rejas, seguían aún varios embozados, pertinaces e incansables, pelando la pava con sus novias. La mayoría había desaparecido ya. En la calle, lejos de la vista de Antoñona, don Luis dio rienda suelta a sus pensamientos. Su resolución estaba tomada, y todo acudía a su mente a confirmar su resolución.

En Cintra no había en palacio grandes fiestas, sino íntimas reuniones. Morsamor y Pedro Carvallo no eran de los íntimos, no iban a palacio y en balde procuraban acercarse y hablar a doña Sol, a quien sólo veían rara vez y desde lejos. No por eso desistían ellos de sus pretensiones. Muy pertinaces y tercos eran los dos.

Los habitantes del Norte no pueden formarse una idea de la viveza, irritabilidad y movilidad suma de las facultades del alma de los españoles; sus decisiones son rápidas como el rayo; sus pasiones son resueltas y pertinaces en lograr su fin, y cuando éste es imposible, no oyen, sin embargo, los consejos de la razón.

Palabra del Dia

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