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Actualizado: 19 de julio de 2025


La inscripción se multiplicaba, unas veces en letras rechonchas y apretadas; otras, en perfiles largos y finitos; algunas, en caracteres diminutos, cual patitas de moscas entrelazadas que se prolongasen en forma de cadeneta.

Divididas las opiniones, el capellán del cuarto montado votaba por el Príncipe; pero el cura Rubín y otros dos que allí había bufaban sólo de oír hablar del alfonsismo. D. Basilio, inclinándose de aquel lado, apoyado en el codo, les revelaba secretos con muchísima reserva. Ya no faltaba más que dar algunos perfiles a la cosa. Todo dispuesto, y el primerito que estaba en el ajo era Serrano.

Esperando la llegada de la gente, me senté en una silla metálica de las que dividen el paseo, y me puse a contemplar con ojos distraídos el juego de los chicos. Detrás de estaban sentadas dos niñas de once a doce años de edad, cuyos perfiles lo único que veía de ellas eran de una corrección y pureza encantadoras.

Al entrar en la Puerta del Sol, cruzaba muy poca gente; algunos carruajes, cuyos aurigas parecían envoltorios de paño pardo; algunas mujeres remangando con la coquetería que permitían las circunstancias, sus blancas enaguas, y dejando ver esbozos de pies fantásticos y perfiles de pantorrillas reales.

Alrededor de ella, a lo largo de la columnata, los perfiles de los hombres célebres hacían muecas al sol poniente. ¡Y todo aquello tan desolado, tan tétrico! Al oír resonar mis pasos sobre las losas, volvía a experimentar aquella impresión de grandeza en el vacío que me atormentaba desde mi llegada a Munich. Una escalerilla de fundición asciende dando vueltas por el interior de la Bavaria.

Instintivamente nos habíamos acercado a la ventana, pues la puesta de sol prometía ser hermosísima aquella tarde. Las gárgolas y demás partes salientes de la enorme catedral tenían ya perfiles de fuego, y las copas de los árboles de la plazoleta y hasta las hortensias de mi balcón empezaban a teñirse de carmín. Súbitamente, mi compañero dió un grito de sorpresa.

Capa de los mendigos juglares que van por las aldeas, tabardos que cobijan a los fingidos paralíticos, que desgranan el rosario de sus cuitas y se arrastran al sol lo mismo que gusanos; manos pedigüeñas, perfiles costrosos, pupilas sin luz, que sois las clásicas figuras del viejo retablo, tenéis una jocunda poesía antañona que en vano quieren borrar los graves varones y las nobles damas de Concejos y de piadosas Hermandades.

Pero ya que no la flauta, tenía la pluma: la pluma, que no hacía ruido, sino muy leve, al rasguear sobre el papel con aquellos perfiles y trazos gruesos, enérgicos, en claro-oscuro sugestivo, equivalente al timbre de una puerta o de una placa.

Las teteras presentaban su vientre reluciente y las jarras de la leche sacaban el hocico como niños mal criados. La monotonía del prolongado salón abrumaba. Tarifas, mapas y anuncios, pendientes de las paredes, prestaban al lugar no qué perfiles de oficina.

Muchos olivos erguidos, de perfiles más suaves, parecían tener rostro y formas femeniles. Eran vírgenes bizantinas, con tiara de leves hojas y luengas vestiduras de leña.

Palabra del Dia

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