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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Así que fue grande el estupor de éstos cuando a la llegada de D. Peregrín de Andalucía, donde había estado empleado últimamente, le oyeron llamar ignorante y majadero a su hermano en una discusión que con él tuvo en el casino a propósito de la renta de tabacos.
D. Peregrín Casanova, persona que hacía viso en la villa, y que hasta entonces había guardado rigurosamente la ley en todas las solemnidades, lo mismo profanas que religiosas, tenía ahora metidas en los riñones las rodillas de otro bípedo racional de seis pies de alto, lo cual le producía algunos movimientos convulsivos en el epigastrio y un vivo desasosiego acompañado de sudor copioso.
Hace mucho tiempo que le observo, y yo no necesito tanto. La situación en que los habían encontrado en Palencia no era para descrita. Baste saber que él, D. Peregrín, había enrojecido de indignación. Sin embargo, a ruego del abogado acusador la describió.
Cual fuese la importancia de estos dos huertos y tierras, lo demuestra otra escritura otorgada en Zaragoza á 5 de Agosto de la era de 1344, que equivale al año 1306 por testimonio de Guillermo Porta, de la cual resulta que el tutor y curador legítimo de Peregrin, Teresa y Gracia pupilos, hijos de Peregrin Baldovin y de doña Gracia Martin Tarin su muger, con la judicial licencia y facultad que le concedió Guillermo de Cavaldós, Zalmedina de Zaragoza, pasó á vender al Excmo.
Lo mismo hicieron Dª Rita, Obdulia, que desde hacía poco tiempo era tertulia asidua de la casa, Marcelina y también Dª Serafina Barrado, a pesar de la mirada oblicua que le dirigió su capellán D. Joaquín. Dª Marciala y Dª Filomena se hicieron las distraídas hablando con D. Peregrín Casanova, y saludaron al fin desde su asiento con sonrisa halagüeña.
D. Peregrín alzó los hombros con un gesto de profundo desdén, como si quisiera decir: «¿A qué viene usted en mi apoyo para contrarrestar los absurdos de este necio?» Aquel dato y aquel gesto concluyeron de aniquilar a D. Juan, cuyo rostro expresó el abatimiento.
Estaba escoltada por los dos hermanos Casanova, que la habían acompañado en unión de la doncella. Continuaban disputándose su corazón, con empeño rabioso por parte de D. Peregrín, con noble y severa tranquilidad por la de D. Juan. En este certamen de amor la virtuosa y madura señorita padecía mucho, por creerse culpable de las reyertas que a lo mejor estallaban entre los dos hermanos.
Esto, en concepto de D. Peregrín, no procedía más que de la estatura. En efecto, D. Juan Casanova era hombre alto y seco, de rostro aguileño, ojos grandes de párpados caídos y mirar imponente, calva venerable, cortas patillas blancas y marcha acompasada y majestuosa.
Apenas se acomodaron todos de nuevo, D. Peregrín, que hasta entonces se había mantenido dentro de una locuacidad ordinaria, estimulado por la presencia de D.ª Teodora, quiso dar gallarda muestra de sus maravillosas aptitudes para amenizar cualquier tertulia.
Ni con D. Peregrín podía comparársele, con ser éste, en concepto de la madura doncella, un sujeto mucho más voluptuoso y terrestre. D. Peregrín había llegado, según costumbre, de los últimos.
Palabra del Dia
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