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Actualizado: 11 de julio de 2025


Estaban en sombra, nadie podía verles, y por entre la separación del cortinaje penetraba una faja de luz que Cristeta procuraba esquivar echando el cuerpo hacia atrás. Al moverse creyó dar con la espalda en el muro; pero Juan había sabiamente deslizado una de sus manos entre la pared y el cuerpo de ella, de modo que al querer recostarse quedó aprisionada por el talle.

Fuera habíase recrudecido el temporal al expirar el día, y era aquello un estrépito, una descarga cerrada, un surgidero de espumarajos, la batalla entre los peñascos y las aguas. Un golpe de viento de alta mar penetraba de vez en cuando en la caleta y envolvía nuestra casa.

Pues concertarse con los que iban á recoger la basura á la casa donde estaba en esclavitud su adorada, y por tal medio, que podrá no ser poético, pero que revela agudeza de ingenio, y un corazón como la copa de un pino, Migajas se introdujo en el palacio. ¡Cómo le palpitaba el corazón cuando subía y penetraba en la cocina!

La primavera, pródiga siempre en aquel valle, amontonaba la hoja en los árboles y la fronda de los helechos en el suelo, de tal modo que ni un rayo de luz penetraba en los parajes que recorría. Pero Nolo era hombre de las montañas y si no conocía los senderos los adivinaba.

Parecía estar gozando con voluptuosidad de la insensibilidad que poco a poco penetraba en su ser, de los preludios de la nada.

Se supuso que un egregio personaje, sin par en todo el imperio por su elevación, en noches en que Rafaela no recibía a sus tertulianos por tener jaqueca, penetraba en la casa de ella y permanecía allí no pocas horas. Hasta llegó a contarse una muy curiosa particularidad, que prueba cómo el vulgo lo atisba, lo huele y lo descubre todo.

Volvió la vejez a apoderarse de su cuerpo y empezó a sentirse casi decrépito. El frío del agua atravesaba su carne, penetraba en sus huesos y le congelaba los tuétanos y la sangre descolorida y pobre. Todavía se sostuvo Morsamor en la superficie del agua a su parecer por extraño e imprevisto socorro.

Una sensación que ya no conocía desde hacía años, una dulce sensación de calor, como la que se experimenta en el hogar paterno, penetraba y embriagaba mis sentidos. No osaba alzar los ojos, de miedo de que se disipara. La mano reposaba siempre en mi cabeza como una bendición del Cielo.

Por medio, pues, de Lucía penetraba aún el Comendador en el espíritu de aquel ser querido y comunicaba algo con él. Las nuevas que Lucía le daba eran en substancia siempre las mismas, si bien más inquietantes cada vez.

Sólo al reflejarse en las joyas que yacían a los pies del Redentor lanzaba hermosos y fugaces destellos. El silencio en aquellas horas era absoluto: ni aun el viento dejaba oír su voz plañidera en las ventanas. Respirábase en el cuarto una atmósfera de misterio y recogimiento que enajenaba a María y la penetraba de un placer embriagador.

Palabra del Dia

buque

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