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Para guardar á los penados hay buenas tropas, sólidas fortificaciones y rápidos navíos que recorren las costas. ¡Parece usted encantado por ello! contestó con vivacidad la joven. La verdad es que no lo comprendo. Hay momentos en que parece que odia usted á su antiguo amigo. ¡Odiarle! no; pero le vitupero severamente por haber malgastado tan torpemente su vida y alterado la de los demás.

En los males imaginarios, el empresario del remedio es, por supuesto, el más entusiasta y el más infatigable propagandista del peligro: cada cual se preocupa de hacer creer en la realidad del infierno de que puede sacar penados, siendo al mismo tiempo el más ardoroso negador de la existencia de los otros infiernos de que sacan otros especialistas.

Hay que ver de cerca á los penados, como nosotros los vemos, para darse cuenta del escaso partido que se puede sacar de ellos para colonizar... ¡Mal ganado, caballero, mal ganado! ¡Y difícil do conducir! Todos creen, al llegar aquí, que van á estar en Jauja.

Llegaron á la verja y tuvieron la suerte de encontrarse con una cuadrilla de penados que volvían del trabajo. El vigilante, muy ocupado en contar sus hombres, juraba como un carretero porque dos penados acababan de verter delante de la puerta un tonel de brea líquida que apestaba la atmósfera. ¡Ah! Los muy marranos... ¡Lo han hecho á propósito! aullaba el vigilante.

Era el tiempo en que para trasladar a los presos y penados de cárcel a cárcel, de penal a penal, se les llevaba todavía a pie por los caminos, entre destacamentos de gente armada. Tras el día de calor insufrible, vino la noche sin brisa, cálida y sofocante. No corría un pelo de aire, ni se alzaba del suelo un átomo de polvo.

No pueden ustedes formarse idea del número de notas que he tomado. Hablé con muchos penados, me enteré de infinidad de historias, verdaderos casos clínicos, y por último, distribuí entre ellos, con permiso del director, algunos ejemplares de mi folleto El delincuente ante la ciencia.

La Junta de Sevilla había indultado el 15 de mayo a todos los contrabandistas y a los penados que no lo fueran por los delitos de homicidio, alevosía o lesa majestad humana o divina, y esto trajo una partida, que si no era la mejor tropa del mundo por sus costumbres, en cambio no temía combatir, y fuertemente disciplinada, dió al ejército excelentes soldados.

A este también le había mordido la mala bestia; llevaba la señal en su palidez, en la tristeza de sus ojos. De pronto, sintió por él la fraternidad dolorosa de los penados, unidos eternamente por la misma cadena. ¡Te vas, hijo mío!... ¿Es algún disgusto allá en la fundición?... ¿Acaso quieres ganar más?... Si es por dinero, habla. El ingeniero contestó con gestos negativos.