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Actualizado: 4 de junio de 2025


La ola dió un golpe en la espalda de los dos primeros remeros, les hizo torcerse violentamente y pasó por encima de nosotros. No hubo nadie de los nuestros que no creyera que aquel era nuestro final. Al verme todavía en la lancha, yo me indigné. Estamos aquí parados estúpidamente les dije . Hay que pasar. ¡Hala! Nada, vamos dijeron todos.

¿Ni cuando estuvimos cerca, de una hora parados antes de llegar a «Pehuajó»? ¿Parados?... ¿Por qué?... No me he dado cuenta. ¡Ni yo tampoco! Porque la máquina que pusieron en la estación «Guanaco» no andaba bien... ya lo había dicho el jefe... ¿Y por qué la pusieron? Porque al descarrilarse la que traíamos se le rompió un eje. ¿Dónde descarrilamos? ¡Por lo visto han dormido, ché!

Ya esta escena se le iba haciendo familiar, cuando al cuarto día entra al estudio y en vez de hallar sus súbditos haciendo ensayos caligráficos, los encuentra nada menos que parados al lado de la puerta como jugando a quien le abordaba primero.

«¿Pero y los gatillos, que es lo que hace más falta? dijo la dama amoscándose . Hombre de Dios, usted se va a condenar por tantos embustes como dice. ¿No me prometió que estarían por ayer? ¿Qué palabras son esas? Vaya, que ni Job tendría paciencia para aguantarle a usted. Están parados los carpinteros de armar, por causa de esa santa pachorra. No me extraña que esté usted tan gordo, Sr.

Preciso fue, una vez consumado aquel acto, arrostrar sus consecuencias: dos navíos ingleses, también muy mal parados, hacían fuego sobre el Santa Ana; pero éste era socorrido oportunamente por el Asís, el Montañés y el Rayo, tres de los que se retiraron con Gravina el día 21, y que habían vuelto a salir para rescatar a los apresados.

Aún salía mucha más gente del templo, y nuestros dos aventureros permanecieron parados para verla salir. Ya de los últimos, apareció un pequeño grupo que montó a caballo a la puerta del templo y que pasó muy cerca de Miguel de Zuheros, excitando su curiosidad.

Para la Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo.

Aquí no parece haber nada observó Reginaldo, cuya cara estaba toda lastimada por las malezas espinosas y chorreaba sangre. Miré en contorno y tuve, con disgusto, que ratificar sus palabras. Los árboles eran grandes y sombríos donde estábamos parados, inclinándose algunos de ellos sobre la profunda quebrada por donde el río serpenteaba.

Un siniestro presentimiento me asaltó. ¿Dónde está Marta? exclamé adelantándome hacia él. No lo . Se hubiera dicho que cada una de las palabras que pronunciaba iban a ahogarlo. Ni siquiera me dio la mano. Papá salió detrás de él. Mamá se había levantado y los tres se quedaron allí parados, estrechándose las manos como en un entierro. ¿Dónde está Marta? grité otra vez.

A me zumbaron los oídos, y no pude saber lo que el hombre contestó; sin embargo, me di cuenta, así en general no más, de que ya no podría extasiarme a la sombra de los espinillos florecidos viendo cómo las lagartijas se correteaban sobre la cresta de los hormigueros, haciendo relampaguear sus armaduras brillantes, ni pasarme las horas muertas, escuchando el contrapunto de las calandrias y de los zorzales, estimulados por el lamento de los boyeros parados al borde de sus nidos, colgados allá en la extremidad de los gajos más altos y flexibles de los molles y coronillos .

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