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Actualizado: 17 de junio de 2025


Aquello fue una manifestación general de simpatías personales e ideales políticos, y no hubo uno solo entre aquellos hombres de estado, capaces de regir el país de Liliput, que no manifestase sus opiniones por medio de las nuevas palomas mensajeras.

¡Vaya con Antoñico!... Se ha dedicao á recoger en su zahurda las palomas que se suertan... ¡Pa que se fíe uno de los amiguitos!... ¿Y quién es el tío para pedir el baúl? ¿Le toca algo con Soledad?... ¿Por qué no lo pide ella?... Y muy desabrido y amenazando cantar algunas claridades á Antoñico, se salió de casa. Era domingo de Carnaval. Las calles rebosaban de gente.

El único rumor que fácilmente se percibió era una bullanga de alas vivamente agitadas, cual si todas las palomas del mundo estuvieran entrando y saliendo en la sala mortuoria y rozaran con sus plumas el techo y las paredes. Celinina se puso en pie, extendió los brazos hacia arriba, y al punto le nacieron unas alitas cortas y blancas. Batiendo con ellas el aire, levantó el vuelo y desapareció.

El gozo de Tapón fue imponderable: había realizado la teoría de las palomas mensajeras.

Las que se acercaban paso a paso eran seis u ocho palomas pardas, con reflejos irisados en el cuello; lindísimas, gordas. Venían muy confiadas meneando el cuerpo como las chulas, picoteando en el suelo lo que encontraban, y eran tan mansas, que llegaron sin asustarse hasta muy cerca de las señoras. De pronto levantaron el vuelo y se plantaron en el tejado.

A las doce del dia, es curioso ir á la plaza de San Márcos á ver dar de comer á las palomas: centenares de ellas, que pasean constantemente en medio de la multitud, y á las cuales nadie molesta, comen su racion en medio de la plaza. Un veneciano rico dejó en su testamento una manda con este objeto.

Se extendió de nuevo sobre la tierra un velo gris, y la espiral de palomas cesó de aletear, desplomándose de golpe en el fango. El jefe del fielato habló de las dos muchachas. Las veía pasar todas las mañanas a la misma hora; trabajaban en una fábrica de gorras de la calle de Bravo Murillo.

Los nuevos entrantes tomaron su lugar, según y conforme a su calidad y condición, logrando al fin la dueña Bermúdez el verse presidiendo la banda de aquellas palomas, no tan blandas y obedientes como ella quisiera.

Reynoso les mostró de nuevo con orgullo no sólo su maravillosa colección de palomas blancas, sino otra porción de aves y bichos que tenía enjaulados, un águila, una ardilla, un jabalí, etcétera. Admiraron la paciencia y la maestría con que había sabido domesticar a algunos de ellos.

En todo demostraba Martí las extraordinarias condiciones que lo sacaron por encima de los demás hombres... ¿No lo dijo él? «Si los hombres nutren con sus manos prácticas lo que tienen de fieras, yo haré con las mías por nutrirles lo que tienen de palomas». Y así era, ministerio purísimo de amor y de ternura, brazos de par en par abiertos para todos los hombres....

Palabra del Dia

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