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Actualizado: 11 de mayo de 2025
No bien concluído este párrafo, que á nuestro autor le pareció de perlas, fué interrumpido por un tremendo golpe que sintió en el hombro. Alzó los ojos y vió ¡cielos! á un importuno amigo que tenía la mala costumbre de insinuarse dando grandes espaldarazos y pellizcos.
Sí, Zaratustra, lo sé interrumpió Maltrana, que temía la charla del viejo . La mujer, si no tiene su buen traje, su bota ajustada y demás señorío, da su cuerpo al demonio. Adiós, gran filósofo; expresiones a la abuela. Zaratustra no le dejó marchar hasta enterarse de las señas de su domicilio. Alguna mañana que acabase pronto su tarea iría a verles y echarían un párrafo.
El defecto indicado en el párrafo anterior tiene diferente carácter en las diferentes personas, por cuyo motivo, conviene sobre manera no perder jamas de vista aquella regla de los antiguos, tan profundamente sabia: conócete á ti mismo; nosce te ipsum.
Dicen que es un bruto; pero lo cierto es que hace ruido y nos sirve bien, pues me cuesta un ojo de la cara cada párrafo de aquéllos que sublevan la multitud y ponen al pueblo encendido... ¡Y hay otros tan reacios, don Elías...! Anteanoche subió á la tribuna uno que suele venir ahí con el barbero Calleja: ¡qué voz de becerro tenía!
En una carta hallé este párrafo en italiano: «Su hija se está transformando en una verdadera dama. Espero que algún día será condesa, o tal vez duquesa. Sé, por su parte, que Mabel, a su vez, está convirtiéndose en una muy linda joven; y pienso que usted debería, dados su posición y nombre, hacerle contraer un buen enlace.
La razon es la misma que la señalada en el párrafo anterior: la existencia de los seres de una especie, no hace imposible la existencia de los seres de otra especie; luego fuera de la supuesta infinidad del número en una especie determinada, hay otros números que reunidos con el primero, constituirán otro mayor que el pretendido infinito. Veamos si estas condiciones se pueden realizar.
¿Es a la señorita de Grevillois a la que encuentra usted tan linda? le dije enseñándole el párrafo de lejos. No quiero responder a usted. Elena parecía enfadada y volvía la cabeza para no verme. Si me responde usted, le devolveré la carta. Sí, es esa señorita. Cogió la carta, que le devolví, y se apresuró a meterla en el sobre. ¿Qué quería decir ese «pero» que ha borrado usted?
Añadía que su hijo la había llevado a enterrar a Bretaña, al mismo castillote de Hotidan, en que, trascurriera su niñez. Miranda estaba delante cuando se leyó, este párrafo, y hubo de notar la ojeada rápida que se cruzó entre Pilar y Lucía, y la palidez repentina de su mujer. Salió Lucía aquella tarde, y se fue a San Luis, donde pasaría como media hora.
Palabra del Dia
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