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Actualizado: 31 de mayo de 2025
En tanto las tropas avanzaban despejando la plaza, y algunos eran tan osados, que delante de los caballos oponían resistencia y vociferaban apostrofando á Morillo y á su gente. ¡A esos que gritan! dijo el que mandaba el piquete. Arremolinóse el gentío. Muchos corrieron á escape. Otros dieron vueltas, arrastrados por la oleada, ó permanecieron turbados sin saber qué partido tomar. Lázaro calló.
Hubo despues que allanar, por entre el bosque, los obstáculos que se oponian á su marcha, de cerca de un cuarto de legua, hasta lanzarlo sobre el rio; lo que se efectuó victoriosamente. Me felicitaba ya del buen éxito de mis deseos; pues que para llenar la mision que me habia yo impuesto, no me faltaba otra cosa que hacer sinó bogar hácia Moxos.
Era lo más sencillo y positivamente habría valido más que ocultarla; pero a mi declaración se oponían mil obstáculos reales o imaginarios que me la presentaban como cosa imposible. ¿En qué términos iba yo a darle a entender lo que sentía desde tiempo atrás sin que nadie lo hubiera sospechado? ¿Cómo hablarle, a sangre fría, de aquellos extraños pudores que ofuscaban la luz del día, que no soportaban examen mío ni ajeno, y que semejantes a una herida fresca y demasiado sensible exigían no ser tocados ni siquiera con la mirada? ¿Cómo referirle aquella crisis de sensibilidad inexplicable y aquella especie de encantamiento por la noche cuyo testimonio escrito hallé por la mañana?
Derrumba sus puentes, ahonda su lecho, cambia de sitio sus corrientes y remolinos, nivela sus cascadas, arrasa las partes de la orilla que se oponían á su marcha y vacía profundas grutas en los basamentos de las rocas.
Los hombres, pálidos y de mal humor; los niños, abandonados y llorosos; los criados, atravesando con angulosos pasos la cámara, para llevar a los pacientes té, café y otros remedios imaginarios, mientras que el buque, rey y señor de las aguas, sin cuidarse de los males que ocasionaba, luchaba a brazo partido con las olas, dominándolas cuando le oponían resistencia, y persiguiéndolas de cerca cuando cedían.
Usaban simples petos de lana cuando todos los guerreros se cubrían de hierro; oponían la jabalina arrojadiza á la pesada lanza; saltaban como felinos sobre el caballero acorazado para clavarle su ancha espada por los intersticios de la armadura.
No, no podía ser; todas las leyes físico-matemáticas se oponían a que el algodón en rama fuera asimilable y se convirtiera en fibrina y demás ingredientes de la pícara carne humana. No hay para qué seguir a Bonis en sus demás conjeturas, sino irse a lo cierto directamente.
Pero así que intentaban volver a su tierra, se oponían los habitantes, deseosos de que se guardase secreta la existencia de la «Isla de las Siete Ciudades». Unos que habían logrado regresar enseñaban arenas de aquellas playas, que eran de oro casi puro. Pero al armarse nuevas expediciones para ir a su descubrimiento, jamás acertaban éstas con el camino.
Al logro de todo ello se oponían dos dificultades que era menester allanar antes, y D. Luis se preparaba a allanarlas. Era una el disgusto, quizás el enojo de su padre, a quien había defraudado en sus más caras esperanzas. Era la otra dificultad de muy diversa índole y en cierto modo más grave.
El éxito no había recompensado aún aquel rígido y laborioso valor, más que con ruines favores; pero a lo menos podía confesar sus desfallecimientos y las dificultades que se le oponían en aquellas luchas tan activas no eran de esas que hacen subir el rubor al semblante. Supe un día que no estaba solo.
Palabra del Dia
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