United States or Tajikistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Algunos días el Delfín ofrecía regalos y dinero a su amante; pero esta no quería tomar nada. Se le había encajado en la cabeza una manía estrambótica, de que ambos se reían mucho, cuando ella la contaba. Pues la manía era que Juanito no debía ser rico.

Y con los ojos entornados, sonriendo maliciosamente, esperaba la respuesta, adivinándola. ¿Qué me falta? El amor; lo que tenía contigo. Y con la vehemencia de otros tiempos, como si aún estuvieran entre los naranjos de la casa azul, el diputado daba salida a sus melancolías de ocho años. La ofrecía la imagen inspirada por su tristeza.

Adornaban la elevada campana de la chimenea ristras de chorizos y morcillas, con algún jamón de añadidura, y a un lado y a otro sendos bancos brindaban asiento cómodo para calentarse oyendo hervir el negro pote, que, pendiente de los llares, ofrecía a los ósculos de la llama su insensible vientre de hierro.

Como presumía de buen cuerpo y usaba corsé dentro de casa, aquella parte que le faltaba la suplió con una bien construida pelota de algodón en rama. A la vista, después de vestida, ofrecía gallardo conjunto; pero tras de la ropa, sólo la mitad de su seno era de carne; la otra mitad era insensible y bien se le podía clavar un puñal sin que le doliese.

Le arrulló para que se durmiera, y ella se durmió también. Levantose temprano porque tenía que trabajar. Después de las nueve, cuando entró en la alcoba a ver si a su marido se le ofrecía alguna cosa, este se estaba vistiendo, y en una disposición de ánimo muy distinta de la que tuviera la noche anterior.

Usaban dos clases de lastre; el uno constante y fijo de gruesa piedra amalgamada con mortero ó argamasa, el otro variable para sustituir á la carga, que consistía en arena, canto rodado ó grava según se ofrecía á la mano. También se empleaban lingotes de hierro como lastre fijo, pero no era tan común como la piedra. 23 y 24.

Algunas veces encontraba a Chinto, que se ofrecía a darle la mano para pasar el mal paso, y su ademán compasivo la encendía en ira. ¡Ser compadecida por semejante bestia! ¡A esto llegábamos después de tanto sueño, de tanta aspiración hacia la vida fácil y brillante, hacia la dicha!

Pero, llegado á aquel reborde, no podía subir más el pastor: la roca, lisa por todas partes, no ofrecía ningún punto de apoyo. El perro estaba tan desesperado como su amo: acurrucándose de trecho en trecho, al borde del precipicio, dió algún ladrido corto y luego salió de pronto como una flecha hacia el valle.

La tierra que los intrépidos navegantes tenían á la vista, les ofrecía hospitalidad y recursos. Falta les hacía la una y los otros, pues al descubrirla, la desesperación, la impaciencia y las necesidades todas habían llegado á su término.

Esforzábase, por el contrario, en harmonizar con su tendencia general á disponer artísticamente su plan, á concordarlos entre y á imprimir simetría en los varios elementos de sus composiciones, los papeles de gracioso que en ellas ofrecía, acomodándolos á los efectos de sus partes más formales, y realzando éstas por medio de aquéllos, debiendo también añadir, que, por esa reunión de lo cómico y de lo trágico, obtuvo resultados sorprendentes y hasta él desconocidos.