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Actualizado: 15 de julio de 2025


El doctor recordaba las declamaciones de muchos mitins obreros, á los que había asistido por curiosidad; los apóstrofes á los explotadores de las cantinas que engordan con los sudores del trabajador, que se redondean chupándoles la sangre; y se decía con gravedad: No; pues á éstos les luce poco la tal alimentación.

Se había cortado las melenas y transformado su traje. Además, siguió con atención, en los diversos lugares de su trabajo, las predicaciones de algunos obreros procedentes de Europa que hablaban contra las compañías salitreras, incitando á los compañeros á la revuelta.

Por una escalera de piedra bajaron hasta la orilla y pasando entre los obreros, los corredores, los marineros y los mendigos, se dirigieron hacia el tablón que unía el yate con el muelle. Al aproximarse, un joven alto y moreno apareció en la borda y salió á su encuentro. Aquí está el señor de Tragomer dijo la más joven levantándose el velo como con prisa de ver mejor.

Despertaba Bilbao. Silbaban las locomotoras anunciando los primeros trenes para Portugalete y Las Arenas, y pasaban corriendo por el Arenal, con la comida envuelta en un pañuelo, los obreros que tenían su trabajo en las orillas de la ría. El Nervión mostrábase entre la bruma de su profundo cauce, con una brillantez azulada de acero.

En estos reina principalmente la actividad de la fabricacion, mientras que en el interior está la del comercio; de manera que en aquella parte están aglomerados centenares de miles de obreros, las calles son mas ámplias, las casas mas diseminadas y ménos altas, y se nota por punto general cierto grado de bienestar modesto que está tan léjos de la opulencia y el bullicio como de las miserias de los barrios centrales.

Se apercibió de que su aspecto y sus maneras, contrastaban con las de aquellos jóvenes tan seductores exteriormente. Se veía en seguida que no habían sido obreros, ellos. Sabían vestirse con gusto, presentarse de una manera especial, hablar un lenguaje refinado, en fin muchas cosas que revelaban la casta privilegiada de que procedían.

Tienen que esperar la crecida que ponga en movimiento los troncos atascados; pero entonces, éstos, arrastrados demasiado pronto y demasiado rápidos, suelen salvar las márgenes y se van á lo lejos á correr mundo, á pesar de los obreros que los miran codiciosos al pasar.

Salvatierra hablaba en un mitin explicando a los obreros lo que sería la sociedad del porvenir. ¡No más opresores y falsarios! Todas las dignidades y profesiones del presente habían de desaparecer. Quedarían suprimidos los sacerdotes, los guerreros, los políticos, los abogados... ¿Y los médicos? preguntó una voz desde el fondo de la sala.

Verdad es que tampoco eran los Indios de entonces como somos los de ahora: tres siglos de embrutecimiento y oscurantismo, algo tenían que influir sobre nosotros; la más hermosa obra divina en manos de ciertos obreros puede al fin convertirse en caricatura.

Los obreros de las ciudades no iban á misa, ni se confesaban; vivían separados del cura, despreciándolo. ¿Por qué, pues, habían de temerle? Los jesuítas y los frailes sólo visitaban las casas de los ricos y no podían esperar los pobres que se introdujeran en sus miserables tugurios. ¿Por qué, pues, odiarlos?

Palabra del Dia

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