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El mármol de Felisardo muestra en su acción notable semejanza con el cuento de invierno de Shakespeare; y como este drama, según parece, proviene de la Pleasant History of Dorastes and Fawina, de Roberto Green, es de presumir que todas estas obras tengan por base una antigua novela, desconocida para nosotros y aprovechada también por Lope.

16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿qué les aprovechará? 17 Así también la fe, si no tuviere las obras, es muerta en misma. 18 Mas alguno dirá: tienes la fe, y yo tengo las obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 crees que Dios es uno; bien haces.

6 En todas vuestras provincias las ciudades serán desiertas, y los altos serán asolados, para que sean asolados y se hagan desiertos vuestros altares; y vuestros ídolos serán quebrados, y cesarán; y vuestras imágenes del sol serán destruidas, y serán desechas vuestras obras. 7 Y los muertos caerán en medio de vosotros; y sabréis que [soy] el SE

Cuando se analiza bien todo el pasaje citado y las obras que condena, parece con claridad que su objeto no es tanto recomendar la estricta observancia de las tres unidades, cuanto atacar el abuso y la licencia que reinaban en esta parte. Más difícil es aprobar el segundo objeto de su crítica.

Los había construido á la ligera, con la esperanza de mejorarlos cuando aumentase su fortuna; pero, como ocurre casi siempre en las instalaciónes campestres, estas obras provisionales iban á durar más años tal vez que las levantadas en otras partes como definitivas.

No hay duda ninguna de que todos los buenos escritores, cuyas obras forman la aurora del hermoso día del reinado de Luis XIV, estudiaron á los castellanos, siguiendo su escuela, y sólo á ellos. Voltaire, Benserade, etc., eran, por decirlo así, más españoles que franceses.

Sabía que las llamadas obras de beneficencia poco podrían aprovecharse de una fortuna que consistía mas bien en objetos de arte que en bienes materiales, y dolíale el alma al pensar que éstos fueran a parar a manos del anónimo e insípido personaje que se llama el Estado.

De la misma manera que llegan hasta amarse las flaquezas del amigo, así también nos sucede, cuando estudiamos á fondo este poeta, que hasta sus cualidades más extrañas á nosotros llegan á sernos caras, y casi sentiríamos no encontrarlas en sus obras. La diversidad de elementos confundidos en las obras de Calderón, constituyen los caracteres distintivos de su personalidad.

JUAN BAUTISTA DIAMANTE fué caballero del hábito de San Juan de Jerusalén y poeta dramático, muy aplaudido, á mediados del siglo XVII. Una parte de sus obras dramáticas se publicaron en Madrid, en colección, en los años de 1670 y 1674 . Encuéntranse entre ellas comedias de todos géneros, y aunque contienen mucho frívolo y mediano, merecen, sin embargo, fijar nuestra atención.

Veamos ahora la carta que el padre Aliaga había escrito á la abadesa, y que ésta leía á la sazón: «Mi buena y querida hija en Dios, sor Misericordia, abadesa del convento de las Descalzas Reales de la villa de Madrid: He sabido con disgusto que, olvidándoos de que habéis muerto para el mundo el día que entrásteis en el claustro, seguís en el mundo con vuestro pensamiento y vuestras obras.