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Actualizado: 11 de octubre de 2025
El barón, por su carácter sombrío, por sus excentricidades, y sobre todo por lo espantable de su rostro, inspiraba general temor en la población. Los niños sentían en su presencia un terror pánico. Los padres y las niñeras, para reducirlos a la obediencia, les amenazaban con él: ¡Se lo voy a decir al barón! ¡Que viene el barón! Hoy he visto al barón y me preguntó si eras obediente, etc.
De aquí que, aderezadas ya desde las tres de la tarde, con el sombrero y los guantes puestos, aguardasen al pie de los balcones, espiándose las unas a las otras por detrás de los visillos. «Ya pasan las de Zamora.» «Ahora vienen las de Mateo.» Sólo entonces se aventuraban a lanzarse a la calle y subir poco a poco y con la debida majestad hasta el paseo, donde hacía ya dos horas la banda municipal ejecutaba diversas fantasías sobre motivos de Ernani o Nabuco para recreo de las niñeras y algunos apreciables albañiles.
Lo creo, ¡se adoran desde la época en que paseaban en brazos de sus niñeras!» ¡Y así se escribe la historia! Divertido, a pesar suyo, por el tono burlón de Jaime y por las exclamaciones grotescas con que recitaba su monólogo, Juan sonriéndose murmuró: Exageras... ¡Absolutamente!
Las niñeras adornadas con cintas de mil colores, llevaban bajo sus largas capas el dulce peso de los bebés, en tanto que las siluetas pálidas y quebradas de los viejos, paseaban sus cuerpos fatigados al tenue ardor de aquel sol de diciembre.
Por dicha, los doce tomitos o cuadernitos que poseo, aunque impresos y pintados en Tokio, están en lengua inglesa, y son cuentos para niños, a fin de que los niños del Japón aprendan el inglés. Parece que estos cuentos, enteramente populares, están tomados palabra por palabra de boca de las niñeras japonesas; y debe de ser así porque la candidez de la narración lo deja ver a las claras.
Los niños jugaban en el suelo, esmaltando la arena amarillenta con sus trajecitos de colores claros, o se caían llorando en las socavas de los árboles, mientras las niñeras reían en coro desvergüenzas de algún lacayo.
Bandas de muchachos aprovechaban la ausencia de los mayores para hacer suya toda la cubierta. Niñeras de diversa nacionalidad, con una criatura al brazo, formaban amigables grupos, mirándose sonrientes sin entenderse. Otras empujaban cunas con ruedas, en cuyo interior una cabeza abultada, de suaves cabellos, aparecía medio dormida entre puntillas y lazos.
Palabra del Dia
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