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Actualizado: 10 de julio de 2025
Además de los dos mencionados retratos ecuestres, el del Rey y el del Príncipe Baltasar Carlos, hay en el Museo del Prado otros tres de personas reales y a caballo atribuidos a Velázquez, pero que hace tiempo se juzgan no hechos en totalidad de su mano.
Esas curiosidades expuestas con rótulos en ese gran palacio triste constituían, efectivamente, un museo, conjunto melancólico de cosas traídas de países muy lejanos, separadas de su medio ambiente. El mismo veterano Sieboldt parecía que formaba parte de él por su aspecto extraño.
Así como estaba, espléndidamente ataviada, con sus ojos azules y profundos, que brillaban de emoción, y las mejillas de leche y rosas levemente coloreadas, era una figura de singular belleza, que ofrecía muchos puntos de semejanza con la Virgen rubia de Murillo que vemos en el Museo de Madrid.
Nuestro Museo de Historia Natural, en su harto reducido recinto, es un palacio de hadas, residiendo allí, al parecer, el genio de las metamorfosis de Lamarck y de Geoffroy. En la sombría sala del piso bajo, las silenciosas madréporas fundan el mundo, más vivo por momentos, que se eleva encima de ellas.
Ese generoso patriota y amigo de las artes del dibujo legó á la ciudad sus casas y colecciones y un capital de 1,200,000 florines para fundar el Instituto que existe, que es al mismo tiempo un museo y una escuela especial.
Efectivamente, eran muy bellos los fragmentos que me recitaba, y sentía prisa por posesionarme de mi obra maestra. Al día siguiente, al llegar al jardín de la corte, sorprendiome extraordinariamente el encontrar cerrada la sala de las colecciones. La ausencia del museo era tan extraña en el coronel, que corrí a su domicilio con una vaga inquietud.
Los muertos mandan, y es inútil que los vivos se resistan a obedecer. Todas las rebeliones por salir de esta servidumbre, por romper la cadena de los siglos, todas mentira. Febrer recordaba la rueda sagrada de los indios, símbolo budista que había visto en París al presenciar una ceremonia religiosa oriental en un museo. La rueda es el símbolo de nuestra vida.
La compañía era detestable; la orquesta de provincia; el interior del llamado teatro difícil de describir: la Linda que cantaron, muy fea, con perdon de Donizetti; que sea dicho con verdad no la hubiera conocido. El mejor teatro de Turin es el Real. Una de las visitas que ningun extranjero debe dispensarse en Turin es la del Museo Egipcio.
Encontrábase Roelas en Madrid en 1616, y allí no pudo conseguir como deseaba la plaza de pintor de cámara de Felipe III, que se dió á Bartolomé Gómez, pero ejecutó diversas obras para el palacio real, que ya no existen, pintando por aquellos años el cuadro de Moisés que hoy se ve en el Museo del Prado, los que estaban en la Merced Calzada y una Concepción que en 1800 existía en la Academia de San Fernando.
Y para fortalecer su fe, un tanto quebrantada por las arremetidas de los burlones, se iba al día siguiente a ver a don Joselito, el cual parecía gozar amarga voluptuosidad, como descendiente de los grandes perseguidos, al enseñarle lo que él llamaba su museo de horrores.
Palabra del Dia
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