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Actualizado: 14 de julio de 2025
Además, para ahorrar a Vd. trabajo material, que es lo único que yo puedo hacer, bueno será que, con los papeles en la mano, le indique el origen de ciertas cosas, para que Vd. no se mortifique. Dicho esto, esperó impaciente la respuesta. Vaya, vaya... Pues mañana por la mañana, a la hora que solía Vd. ir antes, le espero en casa. Tiene Vd. razón, no hace falta que se sepa...
Dos o tres horas después de esto, Fortunata entraba en la botica. El farmacéutico observó pintada en su semblante la consternación. Sin duda tenía una pena grande, grande, horrible, de esas que no pueden expresarse sino con la imagen retórica de una espada traspasando el pecho. «Amiga mía le dijo Ballester , no tema usted que la mortifique con consuelos vulgares.
Esta costumbre extraña, legada por la inquisición, consiste en cantar al condenado las preces de los agonizantes durante el tiempo que pasa en capilla. En impedirle que duerma, ni de día ni de noche, a fin de que mortifique su cuerpo y su alma y de que pueda meditar a su placer sobre el largo viaje que pronto ha de emprender.
Todo me sonríe, el país, los parientes, los amigos, los vecinos, que vivían a mi puerta y me saludaban con un jubileo tal, como si hubiese llegado la Providencia. Soy muy feliz, y esto me causa espanto, porque en este mundo lo bueno dura poco. Es indispensable que me mortifique con las buenas obras, y que no me deje arrastrar sino por el reconocimiento hacia el divino Dispensador.
Las de don Gerardo Lautrec no son tan límpidas, pero son hermosas, sin embargo, y él las sostiene con formas elegantes, con palabras lindas y musicales y con una especie de emoción entusiasta, sin decir nunca nada que me mortifique, mientras que noto en los demás una indiferencia hostil y hasta aversión y desprecio declarados contra todo lo que es más sagrado para mí... Y todavía se contienen por mi causa... He visto a don Máximo hacerles señas y contener en sus labios palabras que iban a decir.
La sinrazon y extravagancia de esos maestros de la humanidad, puede hacerse sensible con una alegoría, siquiera la amenidad de las formas mortifique un tanto su profundidad filosófica. Bien necesita el lector algun solaz y descanso despues de tratados tan abstrusos, que todos los esfuerzos del escritor no alcanzan á esclarecer, cuanto menos hermosear.
Palabra del Dia
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