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Actualizado: 2 de julio de 2025


En sus versos era casi siempre religioso y moral; ya ascético, ya místico, sin mezcla de molinosismos; pero en prosa, como si ya en los versos hubiese gastado toda la poesía de su alma, era de lo más prosaico y realista que puede imaginarse. De esta disonancia entre su palabra rítmica y su palabra desatada del ritmo resultaba una extraña contradicción.

Al efecto había ya prevenido al padre Anselmo, y le tenía muy sobreexcitado contra Juanita y contra su madre. El padre Anselmo distaba mucho de ser malo y de ser ignorante. Sabía no poco de teología dogmática y de moral, y poseía notable despejo y prodigiosa facundia; pero era terco, persistente en las opiniones que una vez aceptaba, y desconocedor de los asuntos mundanos.

La de Candore no era su madre, y por mucha que fuese su buena voluntad, su naturaleza seca y altanera era incapaz de comprender esas aspiraciones y esos ímpetus del alma. Su solicitud se limitaba al ser físico y descuidaba el ser moral. Y la niña, en su necesidad de ternura, se refugió en seguida en los brazos amigos de Julieta. La condesa se dignaba aprobar esa amistad.

¡Es claro! porque evocaría en el recuerdo de una situación moral inolvidable, acaso me ocurriera lo mismo volviendo a ver a Baldomero. ¿Dentro de veinte años? ¡Don Lorenzo!... ¡Estaré en el otro mundo!... ¿Usted cree en el otro mundo, Baldomero?...

El joven aragonés tenía tan ocupado el ánimo con sus propias amarguras, que no atendió; con la observación y la curiosidad que el caso exigía, á las raras señales de alteración física y moral que otro menos abstraído hubiera visto en la santa y edificante faz de doña Paulita.

Pero la moral estorba á los gobiernos, y debe suprimirse como un obstáculo inútil. Para un Estado no existe la verdad ni la mentira: sólo reconoce la conveniencia y la utilidad de las cosas. El glorioso Bismarck, para conseguir la guerra con Francia, base de la grandeza alemana, no había vacilado en falsificar un despacho telegráfico. Y reconocerás que es el héroe más grande de nuestros tiempos.

No yo, ni me lanzaré a escudriñar y a investigar si el Sr. Baroja ha intentado con su novela demostrar alguna tesis o darnos alguna lección moral, social o política.

Como no me propongo escribir un tratado de moral, y únicamente, analizar los fundamentos de esta ciencia, me limitaré á caracterizar, en cuanto me sea posible, las ideas y sentimientos primordiales del órden moral, sin descender á sus aplicaciones.

Pero ¿qué sucede en realidad? ¿Que sentido tienen estos alardes de pureza y de abnegacion ante la moral verdadera, ante la emocion íntima del alma, esa emocion que siente el bien, y que tiene bastante con sentirlo, como mi corazón ama la belleza, y tiene bastante con amarla? ¿Qué significan esos 43.000 duros devueltos á la policía de esta ciudad?

En cuanto a Juan, hacía lo posible por soportar valerosamente su sufrimiento moral, para que nadie lo sospechase; ¿no debía, acaso, acostumbrarse a la idea de ver a otro al lado de la que amaba? Para escapar a su suplicio, no tenía siquiera el derecho de huir: todo lo ataba a aquella casa, en aquel momento en que dos sombras amenazadoras se cernían sobre ella: la ruina y la muerte.

Palabra del Dia

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