Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 20 de junio de 2025
Y el tiempo apremiaba, y era preciso dejar sin tardanza el hospitalario albergue. Y se dió la orden para que se aparejaran los rocines; y llegó el caso de que los expedicionarios bajaran al portal con las espuelas calzadas; y montaron todos..., ¡y todavía no se cruzaron entre don Simón y don Recaredo otras palabras que no fueran lisonjas, cumplidos y finezas!
Pues ahí van mil, contestó el bendito señor, dándole un cartucho de monedas que ya llevaba preparado al efecto; pero es preciso que ahora mismo desaloje usted el local, y sin perder un solo minuto salga con su gente de Santander.» El comediante vió el cielo abierto, hizo lo que deseaba el Intendente, y, sin salir éste de la bodega, se desarmó la tramoya, se cargaron las caballerías, montaron los comediantes ... y nadie volvió á acordarse de ellos. ¿Pero usted cree que cuando el Intendente, lleno de júbilo, entró por la noche en la tertulia, hallábamos medio de hacerle tomar la parte que nos correspondía de los mil reales? ¡Que si quieres!
Al mismo tiempo evitaba que le fuesen llevando cuentos sobre si hablaba con el conde de Agreda o con Cobo. ¡Pobre Ramón! ¡Cuán ajeno estaba de estas complicadas psicologías! Montaron de nuevo en el tren. Siguieron caminando al través de llanuras interminables, amarillentas, sin que a ninguno se le ocurriese enderezar hacia el paisaje los magníficos gemelos ingleses.
Don Rosendo fué quien le dió los puñetazos consabidos en la espalda para que arrojase la espina. ¡Espectáculo hermoso y ejemplo de hidalguía que no podrá olvidarse jamás! Terminado el almuerzo, don Rosendo y sus compañeros montaron en el carruaje y se restituyeron a Sarrió. Más de media población, prevenida ya por el telegrama, les esperaba en las afueras.
Bueno, ve a buscar un coche. Lo tengo abajo. Salgamos entonces. Volvió a coger el paquete Raimundo. Ambos dejaron aquel cuartito donde nunca más habían de reunirse. Montaron en coche y éste les condujo camino de las Ventas del Espíritu Santo. Era una tarde de primavera, nublada y fresca.
¡Qué envidia siento al pensar en las mujeres que presenciaron la más estupenda de las revoluciones! ¡Cuánto me hubiese gustado ver lo que vió mi madre, que era entonces una niña!... Las muchachas más valerosas, acostumbradas á los deportes, montaron una mañana en varios aeroplanos, volando sobre toda la extensión del país. Cada avión llevaba un aparato de los inventados por la sabía providencial.
Confirmaron lo mismo otros dos nobles ciudadanos del mismo pueblo, que llegaron adonde estábamos. La falta de carretas fué un gran obstáculo: los indios cargaban los carros con las alhajas de casa, y á toda prisa acomodaban todos los trastes: los muchachos y mugeres montaron todos los caballos que habian quedado á la mano, y caminaron hácia las montañas.
Por fin un portero sacó del zaguán de la Alhóndiga una mula cubierta de fúnebre gualdrapa con dos redondos agujeros ribeteados de blanco a la altura de los ojos. Se produjo un movimiento general. Tres alguaciles montaron en sus caballos.
A los diecisiete años, qué diablo, me enamoré de Valentina y fui menos práctico que Martín; lo confieso. Los libros de estudio no me atraían mucho; leía a Lord Byron y a Musset; las Horas de Ocio y la Confesión d'un enfant du Siècle me montaron la cabeza y me enfermaron el corazón. Le hice versos a Valentina y asistía a oír la lección de matemáticas como quien asiste a un entierro.
Montáron en coche Candido y Cacambo; los seis carneros iban volando, y en ménos de quatro horas llegáron al palacio del rey, situado á un extremo de la capital.
Palabra del Dia
Otros Mirando