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Actualizado: 19 de junio de 2025
Llegó aquí con doscientos o trescientos mil francos, rebañados discretamente aquí y acullá. Así y todo, levantó en el Bosque tal polvareda que se habría dicho que la reina de Saba acababa de llegar a París. En menos de un año consiguió hacer hablar de sus caballos, de sus vestidos, de su mobiliario, sin que nadie pudiese decir nada positivo sobre su conducta.
En casa de Mirbeau los colores verde-claro y amarillo del mobiliario evocan las alegrías del campo y del sol; desde los balcones, abiertos sobre la Avenida del Boulogne, se ve un gran trozo del Bosque.
La oficina no ostentaba el lujo del despacho ni mucho menos; era grande, fría, sucia; el mobiliario indecoroso, y tenía un olor de sacristía mezclado con el peculiar de un cuerpo de guardia. Los empleados tenían la palidez de la abstinencia y la contemplación, pero producida por los miasmas del covachuelismo, miserable, sórdido y malsano, complicado aquí con la ictericia de los rapavelas.
La esposa del hombre ilustre renovaba el mobiliario y el vestuario de la familia; los dos cónyuges adquirían una casita de campo para que los niños se criasen mejor; todos en el hogar prorrumpían en elogios a la Argentina, y los amigos y hasta las más lejanas relaciones fijaban su atención en este país maravilloso, donde no hay más que agacharse para encontrar plata.
Muchas de ellas son de mérito notable, y llaman la atencion los frescos de uno de los salones; pero hay poco gusto en la eleccion y distribucion de los objetos, y el viajero que visita el castillo no puede ménos que reirse al ver que las tontas precauciones que le hacen tomar para recorrer los salones y aposentos no corresponden á la sencillez y modestia del mobiliario y de los pavimentos, no obstante que los ciceroni de Stolzenfels se dan aires de mostrar maravillas.
LUCY. Si usted me lo permite, señora, le compro todo el mobiliario. LA SE
El curial le miró con estupor. Por sus ojos pasó después un relámpago de inquietud, temiendo hallarse frente a un loco, y se apresuró a despedirse y salir. Quedó solo el sacerdote. La celda en que se hallaba era lóbrega y sucia. Un catre de hierro, una mesilla de pino, una cómoda tosca y algunas sillas de paja componían todo el mobiliario.
Recordaba con nostalgia su camarote reducido y ordenado, donde no había un mueble que escapase á su vista ni un cajón cuyo contenido no estuviera en su memoria. Su cuerpo se deslizaba, con el desembarazo de la costumbre, por los desfiladeros del mobiliario. Se había adaptado á todos los ángulos entrantes y salientes, como la carne del molusco se adapta á las sinuosidades internas de sus valvas.
Le amaba por su inteligencia, por su hermosura varonil, por la nobleza de su corazón, por los perfumes especiales y aristocráticos que exhalaba siempre; le amaba, en fin, porque no hablaba nunca y porque parecía solitario y desgraciado. En las tres piezas del piso superior que habitaba el doctor no había detalle del mobiliario, pedazo de papel ni cuadro que no le fuesen familiares.
Hacía calor donde estábamos sentados, porque el brillante sol italiano caía de plano sobre nosotros; por lo tanto, sin responderme, se levantó y nos invitó a entrar en su pequeña celda fresca, pieza cuadrada y desnuda, con piso de tabla, cuyo mobiliario se componía de una cama de madera, baja y anticuada, con un pedazo de una vieja colcha obscura por cobertor, un priedieu Renacimiento, de roble antiguo tallado, ennegrecido por el uso y el tiempo, una silla, una lámpara de colgar, y en la pared un gran crucifijo.
Palabra del Dia
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