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Actualizado: 30 de abril de 2025
Tampoco Julián bajaba sino rara vez a las asambleas, y en ellas apenas descosía los labios, mereciendo por esto que el cura de Ulloa se ratificase en su opinión de que los capellanes atildados no sirven para nada de provecho. No obstante, apenas averiguó el comité que Julián tenía bonita letra cursiva, y ortografía asaz correcta, se echó mano de él para misivas de compromiso.
Lo que yo no apruebo, lo que yo no aplaudo, aquello con que no me conformo, porque si llegase yo a ser de los favorecidos me daría muchísima lástima de los que no lo fuesen, y si no llegaba a ser de los favorecidos, tendría yo grandísima lástima de mí, lo cual casi es peor, es que se desdoble el género humano el día menos pensado, y elevándose unos a la condición de super-hombres, se conviertan los demás en sub-hombres y vuelvan a ser antropiscos, retrocediendo hasta el mono, o mereciendo la calificación de superfluos con que el Sr.
Distínguese únicamente por la belleza de la versificación, mereciendo por su indudable antigüedad, la mayor de todas las suyas que nos ha conservado el tiempo, que, como obra de tan eminente poeta, le consagremos preferentemente nuestra atención. El mismo Lope le llama ensayo grosero, aunque cuenta que obtuvo aplausos.
Los sainetes de D. Ramón de la Cruz, en que intervienen personajes de las clases medias y de las más elevadas, se distinguen también por su colorido natural y por su viveza y animación extraordinaria, mereciendo asimismo nuestra atención como fuentes verdaderas para iniciarnos sin engaño en las costumbres de la época.
Todavía es de maravillar cómo los individuos que a ella pertenecen no están más enclenques y decaídos, mereciendo el apodo de D. Pereciendo o de D. Líquido con que suele motejarlos la baja plebe. El gallardo tipo del torero debe estimularlos con emulación. Bien lo da a entender el poeta cuando dice en elogio del insigne Pedro Romero: Das a las tiernas damas mil cuidados, y envidia a sus amantes.
El orador no había sido nunca amigo del Hombre-Montaña; lo hacía constar desde el principio de su discurso. Si el mismo día de la llegada del gigante al país se hubiese acordado su muerte, el acto le habría parecido muy oportuno é inspirado en una verdadera prudencia política, mereciendo su completa aprobación.
La señora estaba servida, mereciendo él la corona triunfal de los Juegos Hípicos. Currita encontró enfilados a la puerta de su casa tres coches, reconociendo al punto en uno de los cocheros la escarapela encarnada, propia de los ministros. Apeóse entonces en las mismas caballerizas, y por una escalera reservada para el uso de la servidumbre llegó a sus habitaciones sin ser vista de nadie.
El territorio dilatado y fertilísimo, la coexistencia en él de todos los climas y de las producciones más varias, la apenas explotada virtud productiva del suelo y del subsuelo, la carencia de vías de comunicación que convenía abrir, los ríos caudalosos de curso dilatadísimo que se podían navegar, y las risueñas y pomposas florestas vírgenes, bellísimas, pero inútiles al hombre, que convidaban a que su codicia y su trabajo las trocase en plantíos y sembrados ubérrimos, todo esto más que indicio era prueba evidente de que, si D. Joaquín consagraba su ingenio, su actividad y el capital ya acumulado a producir objetos provechosos a la generalidad de los seres de su especie, podría hacerse mucho más rico de lo que ya era, mereciendo, en vez de ser aborrecido, que sus conciudadanos le mirasen como a un bienhechor con gratitud y con respeto.
Muchas veces había hablado en los duelos, mereciendo la aprobación de los otros padrinos, viejos generales, gentes expertas, acostumbradas á tales actos. Pero la corta arenga de hoy iba á ser la mejor de sus obras. «Señores...», repitió. Vacilaba, no sabía qué añadir, todo se había borrado de su memoria.
Desde luego advierto al lector que esta fecha no viene aquí con la pretensión de figurar entre las muy justamente célebres que guardan los fastos españoles, ni pertenece siquiera al catálogo de esas otras de flamante cuño que, no mereciendo, por ningún estilo, que la imparcial severa Historia las registre en sus páginas, andan indocumentadas pidiendo hospitalidad de puerta en puerta y rebotando de periódico en periódico, á manera de proyectil elástico.
Palabra del Dia
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