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Actualizado: 27 de junio de 2025
Es más: D. Juan aplaudió la idea de escribir novelas fundadas en hechos reales, y me animó á que siguiese cultivando el género. Esto nos movió á hablar del Comendador Mendoza. ¿El vulgo dije yo, cree aún que el Comendador anda penando, durante la noche, por los desvanes de la casa solariega de los Mendozas, con su manto blanco del hábito de Santiago?
De esta época data la nueva explotación de minas en Mendoza, que hoy se está haciendo con ventaja.
Pedro González de Mendoza. Fiestas y diversiones poéticas en la corte de Juan II. La comedieta de Pouza. Las estrofas de Mingo Revulgo. Poesías dialogadas de El cancionero general. Leyes contra la representación de dramas en las iglesias. El último ataque enérgico é impetuoso de los infieles contra los señoríos cristianos nacientes, acabó en 998 con la derrota de sus autores.
Un día, después de venir de su casa recibió Mendoza un volante ordenándole, en términos que no daban lugar a torcidas interpretaciones, que la sección del periódico titulada Noticias generales llevase por nombre, de allí en adelante, el de Noticias universales.
D. Juan de Mendoza, general de las galeras de España, alegó orden de S. M. para regresar á sus costas, por no estar subordinado á Juan Andrea; otros generales lo estuvieron á más no poder. Á principios de octubre se pasó muestra en Mesina á 12.000 hombres bien armados, puestos bajo el guión del Duque de Medinaceli.
En este momento entra en mi habitacion D. Francisco Javier de Mendoza, que ha llegado hace poco de Venezuela, y á quien conocí en casa de D. José Segundo Florez. El lector me permitirá que dedique dos líneas á estos dos nuevos personajes, que honrarán las páginas de mis humildísimos apuntes.
Aunque no esté bien averiguado todavía si es mejor llevar bofetadas que ir a la cárcel, no puedo menos de admirar tu profunda sabiduría... ¿Y por qué ha osado poner las manos en tu rostro virginal y aligerarte tanto de ropa? Mendoza un poco amoscado contestó: Porque le debía mes y medio de pupilaje. ¡Problema! exclamó Miguel.
La disputa se había ido acalorando más y más, y terminó, al cabo, dando Mendoza á Malec una bofetada.
Tenía un amor propio exagerado; presumía de todo lo que un hombre puede presumir, hasta de guapo, pero muy singularmente de forzudo, aunque no lo era gran cosa. Nada había que le placiese tanto como enseñar los músculos del brazo y los tendones, y ponerlos contraídos y tiesos. No obstante el cariño que Miguel tenía a su amigo Mendoza, no dejaba de jugarle algunas pasadas.
El suyo y el de Mendoza formaban contraste notable, y quizá en esto consistiera aquella mutua simpatía que a entrambos los tenía sujetos: mientras Miguel tenía a todas horas suelta la llave de la conversación, a Mendoza había que sacarle las palabras del cuerpo con tirabuzón.
Palabra del Dia
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