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Actualizado: 5 de octubre de 2025


Todo aquel peloton de animales de tres especies unos de dos piés, otros de cuatro que brincan y los demas cadáveres sale por una gran puerta, y apenas acaban de cerrarla cuando se abre la del toril para recomenzar la matanza....

Escaparon, por gran ventura, de aquella matanza algunos pocos, los cuales fueron al punto á dar aviso al P. Caballero, que habiéndose quedado sólo en su Rancho, todo absorto en Dios, rezaba el Oficio Divino; y no sufriendo un neófito verle expuesto al estrago de aquellos bárbaros, lo puso sobre sus espaldas para librar su vida con la fuga.

Aun en medio de sus lágrimas, no comprendió ella nunca la vida sin honor, ni vaciló un minuto entre el dolor y el deber. Mi padre partió sin esperanza, pero sin vacilar un momento. Combatió con la guardia constitucional y con los suizos para defender el castillo. Cuando Luis XVI abandonó el palacio, la lucha se convirtió en matanza. Mi padre fue herido de un tiro de fusil.

21 Porque el rey de Babilonia se paró en una encrucijada, al principio de dos caminos, para tomar adivinación; acicaló saetas, consultó en ídolos, miró el hígado. 22 La adivinación fue a su mano derecha, sobre Jerusalén, para poner capitanes, para abrir la boca a la matanza, para levantar la voz en grito, para poner ingenios contra las puertas, para fundar baluarte, y edificar fuerte.

No obstante, con inhumanidad usaron de esta victoria: porque para hacer mas cruda y feroz la guerra, dicen los indios, que se encarnizaron, encendiendo de nuevo lo quemado, y así á la tarde volvieron á reiterar los lanzazos en casi todos los muertos, por si acaso algunos estuviesen vivos, y sacando los reales un poco mas allá del lugar de la matanza. Este dia los fijaron fuera de los cadáveres.

Reproducir aquí los apóstrofes que de su venerable boca echó D. Benigno al ver la matanza, las observaciones atinadísimas que hizo acerca de las justicias populares y del aborrecido imperio del vulgo, fuera imposible, sin dar a este relato dimensiones desproporcionadas.

Parecía un gran cerdo muy bien criado, bueno para la matanza, y era un hombre muy espiritual, enamorado de Mozart y de los destinos de Prusia. Hablaba español como si estuviera inventando una lengua con palabras cuasi castellanas y giros cuasi alemanes. Era un soñador, pero capaz de llevar una fábrica en la punta de cada dedo, y como contable, como él decía, nadie le ponía el pie delante.

En Navidad y en Pascua de Resurrección recibía una pareja de corderos acompañados de una docena de aves de corral; en el otoño dos cerdos bien cebados para la matanza, y todos los meses huevos y una cantidad de harina, a más de los frutos de la estación.

Los dos mellizos parecen dos rollos de manteca; pero buenos cocidos y buenos guisados les cuestan, que el ama se sabe cuándo empieza a comer, pero no cuándo acaba. La Juliana me dijo que probaremos algo de la matanza que le ha de mandar su tío el día del santo, y además dos cortes de botinas, de las echadas a perder en la zapatería para donde ella pespunta.

Aquella pesca no era como ahora una fácil carnicería emprendida prudentemente á lo lejos por medio de una máquina: heríase al monstruo con la mano, arriesgábase la vida á cada paso. Verdad es que era escasa la matanza de ballenas, pero el hombre ejercitábase en la marinería, en actos de paciencia, de sagacidad, de intrepidez.

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