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Actualizado: 13 de junio de 2025
Argensola sospechó que, de pertenecer él á otra nación, el viejo la habría alabado igualmente. Este afecto no era más que un reflejo del amor al hijo ausente, pero él lo agradecía. Y casi abrazó á don Marcelo al decirle ¡adiós! Después de esta tarde fueron muy frecuentes sus visitas al estudio.
Cuanto venía de fuera significaba llamamiento a la renovación y la vida; mientras allí dentro la inacción y el silencio parecían ir allanando su camino a la muerte. Marcelo seguía rezando.
¡Triste guerra! volvió á repetir . Que Dios castigue á los ingleses. Con una solicitud que conmovió á don Marcelo, le hizo preguntas á su vez acerca de su familia.
Y mire, en la cocina habrá buena lumbre, ¿no es verdá, don Marcelo? y estará usté más apartao de estas cosas que le amurrian y acobardan, sin dejar de estar bien acompañao con los que entran y salen... y de paso, mire, que añada Tona buen por qué al ollón grande, que somos tres bocas más... ¡Hija, qué bobás se le ocurren a una cuando no sabe lo que diz, ni tomar los tiempos como vienen!
Pos él, señor don Marcelo me dijo la infeliz retorciéndose las manos entrelazadas y con el espanto en los ojos, como si tuviera al hombre aquél delante de ellos ; el propiu causanti de mis penas sin consuelo; ¡el mal padre de la hija infeliz de las mis entrañas! Pero ¿está usted segura de que era él? pregunté a Facia fingiendo unas dudas y un asombro que no sentía.
Creyó asistir á una fiesta de marineros hambrientos, ansiosos de resarcirse de un golpe de todas las privaciones anteriores. Y sentía los mismos deseos de huir que su padre. De este viaje volvió Marcelo Desnoyers con una melancólica resignación. Aquellas gentes habían progresado mucho. El no era un patriota ciego, y reconocía lo evidente.
Así pudo enterarse don Marcelo de que la victoria del Marne no había existido nunca en la realidad: era una invención de los aliados. Los generales alemanes habían creído prudente retroceder, por sus altas previsiones estratégicas, dejando para más adelante la conquista de París, y los franceses no habían hecho mas que ir detrás de sus pasos, ya que les dejaban el terreno libre. Esto era todo.
Es posible... Y como ahora hay en Tablanca peste de salud para muchos días, si don Marcelo está conforme y usted nos da su permiso... ¿Yo?... ¡pispajo!
Y sonreía con patriótico orgullo ante la destrucción, repitiendo: Es obra de los nuestros. ¿Qué le parece cómo trabaja el 75?... ¿Qué dice usted de esto?... A pesar de la fatiga del viaje, don Marcelo durmió mal, agitado por el pensamiento de que su hijo estaba á corta distancia. Una hora después del amanecer salieron del pueblo en automóvil, guiados por otro oficial.
Don Marcelo, al hacer averiguaciones sobre los trabajos del artista, no podía contener su indignación. Los dos veían todas las mañanas las primeras horas de luz: el padre al saltar del lecho; el hijo camino de su estudio, para meterse entre sábanas y no despertar hasta media tarde. La crédula doña Luisa inventaba las más absurdas explicaciones para defender á su hijo. ¡Quién sabe!
Palabra del Dia
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