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Actualizado: 27 de junio de 2025


¡Ah, merece un premio! Pues dásele. Aquí está extendida ya la provisión para él, de oidor de la real audiencia de Méjico, con las costas del viaje, y sólo falta la firma de vuestra majestad. El rey firmó la provisión, y la recogió el duque. Por aquí dijo para Lerma, guardando la provisión del licenciado Sarmiento , hemos salido de un testigo enojoso.

El perpetuo estado de guerra y los vicios nefandos destruían la población é impedían su aumento. En Méjico, que era el imperio más civilizado, no habían descubierto aún que con un líquido combustible y con una torcida se podían alumbrar de noche, y la pasaban á oscuras por falta de candiles.

Verá la cruz del Gólgota plantada Y escuchará la lengua de Cervantes. Pero mi gozo en un pozo. Yo esperaba que seguirían siempre siendo hispano-parlantes cuantas naciones se extienden desde el Norte de Méjico hasta el Estrecho de Magallanes.

Así y todo, estaba usted dispuesto a que se la llevara su primo. O no se la llevaría, señor don Claudio, aun suponiendo que mis planes hubieran prosperado; porque entre acordarlo y realizarlo, puede haber otra vuelta a Méjico, que no está a la puerta de casa; y con unas dilaciones y con otras y tan separados los dos, un año se pasa pronto; mientras que este otro lío no da aguante...

El conde de Oropesa fué su decidido protector; más tarde fué nombrado Secretario de Felipe IV, y obtuvo una plaza en la Chancillería de Estado, componiendo algunas comedias por indicación del Rey para celebrar las fiestas de la corte. Después de la muerte de Felipe fué nombrado Cronista mayor de las Indias, escribiendo, mientras lo desempeñaba, su famosa obra de La conquista de Méjico.

Don Mariano procedía de una familia menos gloriosa y añeja, pero mucho más acaudalada. Su abuelo había traído una fortuna inmensa de Méjico en las postrimerías del pasado siglo, y con ella se había hecho el terrateniente más poderoso de Nieva y fabricado la casa de que estamos hablando. Lo mismo él que su hijo y su nieto habían procurado dar lustre a los millones enlazándose con familias nobles.

Muchas noches, antes de dejarme en la redacción de su periódico para que escribiese el artículo, Castillejo me paseaba por las principales calles de Méjico, mejor dicho, por la única avenida que, con diversos nombres y variable anchura, se extiende varios kilómetros, desde la vieja plaza donde está el palacio del gobierno hasta el Parque de Chapultepec.

El castilloa, parecido al hevea, es el mejor productor de caucho conocido, y si bien se encuentra en el Perú y en todas partes al sur del ecuador, tiene su principal asiento en los bosques de la América central y del sur de Méjico.

Natural de Méjico era mi padre, y rico, y a Sevilla vino con unas galeras de rey, de las que era general.

Pues bien; quemad esa alfombra y lavad esos rastros, señora; algo habéis de hacer por vuestra parte. Ahora bien, alcalde; vais á salir de esta casa. En ella no habéis encontrado nada. En premio de vuestros servicios, miráos ya presidente de los oidores de la real audiencia de Méjico, con tres mil ducados para costas de viaje. ¡Ah! ¡señor! ¡excelentísimo señor!

Palabra del Dia

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