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Actualizado: 5 de mayo de 2025
»Pero cuando esas condiciones sobresalen realmente, es cuando se las ve, despojadas de sus lujos y cubiertas con el corto y sucio traje del trabajo, balancearse sobre la tabla que une al buque con la tierra, bajo el peso de la enorme canasta de carbón que traen en la cabeza... Al pie del buque y sobre la ribera, hormigueaba una muchedumbre confusa y negra, iluminada por las ondas del fanal eléctrico.
Si te conformas con eso, hoy, mañana, cuando quieras, cuando cambie tu suerte, o en cualquier tiempo, que yo a todo me avengo y no busco riquezas ni lujos, y sólo vivo para amarte, dame tu nombre, seré tu esposa, y viviremos felices. ¿No es cierto, mi Rorró, que basta muy poco para que dos que se aman como nosotros sean dichosos?
Mientras rodaba el coche se me iba ocurriendo que podía no ser verdad que las ausencias de Ángel de mi casa consistieran en lo que decía el anónimo; mas como para aclarar la duda se necesitaba un trámite, no corto, y no andaban mis asuntos para prodigar el tiempo en lujos de preliminares, y si lo del anónimo no era la pura verdad, podría serlo, lo sería a la hora menos pensada, lo que yo iba a hacer hecho estaría, y eso tendríamos adelantado. ¡El anónimo!... Pero ¡de quién era la mano que le había escrito?
Grandes cuellos ó lechuguillas, fajas de intrincadas labores, y guantes lujosamente bordados, eran de absoluta necesidad para los altos funcionarios al hacerse cargo de las riendas del poder; y su uso se permitía también á los individuos distinguidos por su posición ó riqueza, aunque las leyes suntuarias prohibían estos y otros lujos semejantes á los plebeyos.
Siempre pobre contestó el ingeniero . Pero como estoy solo en el mundo y no tengo mujer, que es el más caro de los lujos, podré hacer la misma vida de un gran millonario yanqui durante algunos meses. Cuento con los ahorros de varios años de trabajo allá en el desierto, donde apenas hay gastos. Miró Robledo en torno de él, apreciando con gestos admirativos el lujoso amueblado de la habitación.
Poco a poco iba exhibiéndolos. Cada día reparaba D. Francisco algo nuevo, trabándose una discusión que ella intentaba aplacar con graciosos embustes y con caricias y términos dulzones. Pero no siempre lo conseguía, y el honrado señor llegó a preocuparse seriamente de aquellos lujos que salían por escotillón, como las sorpresas de teatros.
Más de una vez he oído de tu boca que soy ambicioso, que sueño con opulencias y lujos. No comprendes que con esas palabras me desgarras el corazón. Dime, con toda sinceridad: ¿crees que sería yo capaz de buscar fortuna y riquezas por ese camino? No ambiciono grandezas; con poco me conformo; poco necesito para ser feliz.
Palabra del Dia
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