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Mientras Gallardo admiraba la carta, entraba y salía su criado Garabato llevando ropas y cajas, que dejaba sobre una cama. Era un mozo silencioso en sus movimientos y ágil de manos, que parecía no reparar en la presencia del matador.

Desde el crepúsculo circularon por las calles grupos de hombres que se dirigían á las estaciones. Sus familias marchaban con ellos, llevando la maleta ó el fardo de ropas. Los amigos del barrio los escoltaban. Una bandera tricolor iba al frente de estos pelotones. Los oficiales de reserva se enfundaban en sus uniformes, que ofrecían todas las molestias de los trajes largamente olvidados.

Huyó espantado del suceso don Baltasar de Peralta, y mi pariente Francisco Rivalta salió tras él, siguiéndole sañudo y loco, y sin poder alcanzarle, que no hay quien alcance al que huye llevando el pavor en el alma.

1 Y vinieron los zifeos a Saúl en Gabaa, diciendo: ¿No está David escondido en el collado de Haquila delante del desierto? 2 Saúl entonces se levantó, y descendió al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. Y estaba David en el desierto, y entendió que Saúl le seguía en el desierto.

Viendo los Padres su dureza, se vieron precisados á dar la vuelta, como lo hicieron, y llegaron al pueblo de donde habían salido el día 16 de Junio, llevando solas diez almas que quisieron de suyo irse con ellos á la Reducción para hacerse cristianos, bien que no quedaron los Padres sin esperanzas de que después les seguirían los demás, como de hecho sucedió, así con estos como con otros.

Cuando quedaron solos, Novoa dejó su taza sobre un velador, dió varias chupadas al cigarro, mientras parecía concentrar su voluntad, y al fin dijo con resolución: Tengo un encargo que darle: me envía cierta persona... sospecho que hago un mal papel. ¡Un hombre como yo llevando recados de esta clase!... Pero ¿qué es lo que las mujeres no nos obligarán á hacer?... Además, entre hombres debemos ayudarnos.

En dos horas había hecho lo que antes costaba varias semanas. El malecón crecía por momentos. Todos alababan el acuerdo del Senado. Pero el profesor sintió deseos de llorar al ver á su amado en esta situación envilecedora. Sobre su cabeza flotaban continuamente unas cuantas máquinas aéreas llevando colgantes sus cables, flácidos y muertos en apariencia.

Llamó varias veces á su doncella que iba de un lado á otro, llevando dobladas sobre el brazo muchas piezas de ropa interior y varios vestidos. Toda la servidumbre cambiaba signos de asombro, como si en la casa ocurriese algo extraordinario. Doña Cristina revolvía su olvidado guardarropa.

Así, pues, aquella mañana, después del almuerzo, José salió del Alcázar, llevando consigo al ministro del Interior, al Intendente de la provincia y á algunos oficiales, y á caballo se dirigió á la Fábrica de Tabacos.

El tiempo, otra vez de fuego, no permitía ni la sombra de nueva plantación, y Fragoso se vió forzado a ir a San Ignacio en busca de trabajo, llevando al mismo tiempo su perro a Cooper, que él no podía ya entretener poco ni mucho.