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Hace un momento, después de dos largas horas de trabajo a la sombra del único árbol del jardín, entre las matas de rosales, y a pesar del vientecillo que levantaba las hojas de mi libro, mi padre se ha recostado en su butaca, después de sujetar cuidadosamente las cuartillas cubiertas de su fina letra, y me ha mirado con sonrisa de aprobación.

Yo escribí la presente novela creyendo que únicamente iba á servir para la producción de una cinta cinematográfica, y jamás aparecería en forma de libro.

Su mirada huía de la mía al decirme estas palabras; su voz temblaba; su paso era precipitado... ¡Oh, , me ama, me ama!... Siento no obstante una turbación... Me encuentro tan agitado... Todas las noches sueño cosas espantosas... Agosto 15. Me causa vergüenza escribir lo que acaba de sucederme; pero ¿no ha de ser este libro solamente para ?

Á veces no hemos recogido ningun dato nuevo, no hemos leido ningun libro ni oido ninguna observacion que nos pudiera ilustrar, y sin embargo por sola la fuerza de la reflexion propia, nos hemos formado ideas claras y distintas, cuando antes solo las teníamos confusas.

El escritor que, lleno ya un pliego de papel, lo lleva a casa de un censor, el cual le dice que no se puede escribir lo que él lleva ya escrito, no escribe ni siquiera para . No escribe más que para el censor. Este es el único hombre en que yo disculparía que escribiese un libro de memorias, y hasta que escribiese un memorial. A mayores tonterías puede obligar una prohibición.

y en las horas de tedio que una a una desfibro reposaré en las hojas de tu mágico libro donde pone un latido vital tu corazón. En la huella lunar de sus encajes puso, al pasar su sombra bizantina, un perfume de rosa alejandrina el extasis azul de los celajes.

III, erste Hälfte, págs. 315 y 411, da las noticias bibliográficas más exactas y completas de este libro, tan célebre un tiempo, y traducido á casi todas las lenguas europeas: De los hechos inmortales del caballero del Febo y del príncipe Rosicler, de los dos hijos del gran emperador de Trebacio, así como de los amores, no menos maravillosos, de la muy ilustre princesa Claridiana.

Recogióse en su Rancho ofreciendo á Dios su vida en sacrificio por el bien de aquellas almas, y estuvo toda aquella noche esperando le viniesen á matar; mas Nuestro Señor le libró para otras cosas de su servicio, porque avisados los infieles por la dicha india de que el Padre Misionero sabía ya sus intentos, no se atrevieron á darle la muerte, recelando también no viniesen luego los españoles á vengarla.

Vargas Orozco permaneció todavía un instante con el mentón apoyado en el libro y los ojos fijos en el suelo. Su negra figura eclesiástica prestaba un aspecto fúnebre a la solitaria plazuela, donde el anochecer parecía tamizar un polvo fosco de herrumbre. La corriente de aire que llegaba por la calle de la «Vida y la Muerte», agitaba su manteo.

10 Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la Casa del SE