Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de julio de 2025


Entretenido con su monólogo acababa de tropezar en firme contra una piedra, y como llevaba el pie desnudo en flexible sandalia, se lastimó no poco los dedos y aun creyó ver estrellas por el aire, sin que hubiese anochecido todavía. Los soliloquios distraen y tienen estas contras.

Entonces leí buena parte de «El Fistol del Diablo»; devoré las novelitas de Florencio del Castillo, y en dos días me eché al colecto los dos tomos de «La Guerra de Treinta Años», de Fernando Orozco, el más intencionado de nuestros novelistas. ¡Qué impresión tan penosa me causó ese libro! Me llenó de tristeza, y lastimó cruelmente mi corazón.

En aquel momento, podemos asegurarlo, Coletilla habría quedado muy satisfecho si Fernando hubiera cogido en su cobarde mano la espada augusta de sus mayores, atravesándole con ella. Pero Fernando no hizo tal cosa. Coletilla sintió todo el menosprecio de su amo, y aquel puntapié moral le lastimó más que una puñalada.

Muñoz, incorporándose bruscamente, le miró con una indefinible expresión de desconfianza; le vio sonreír ligeramente. Se levantó alterado, y comenzó a pasearse por el saloncito. Luego llamó y pidió su abrigo; pensaba que Julio, al tanto de toda su historia, respondía a sus confidencias con una crueldad irónica, y esto le lastimó.

La furia del conde, retenida por algunos minutos, estalló y le cegó. Era robusto, tenía unos puños de hierro, y sacudía con el sable una lluvia de tajos sin orden ni concierto. Cuatro veces tocó a D. Luis, por fortuna siempre de plano. Lastimó sus hombros, pero no le hirió. Menester fue de todo el vigor del joven teólogo para no caer derribado a los tremendos golpes y con el dolor de las contusiones. Todavía tocó el conde por quinta vez a D. Luis, y le dio en el brazo izquierdo. Aquí la herida fue de filo, aunque de soslayo. La sangre de D. Luis empezó a correr en abundancia. Lejos de contenerse un poco, el conde arremetió con más ira, para herir de nuevo: casi se metió bajo el sable de D. Luis.

Cayó, sin vida, encima de un rosal, v me costó encontrarla, porque las flores que ella lastimó al caer la cubrieron de hojas.... ¿Toda la cubrieron? Toda; y así, cubierta de rosas, la hice enterrar.... ¡Ya no hay nétigua!... Carmen, con voz de maravilla, repitió como un eco: ¡Ya no hay nétigua! Y, con la cara radiante, posó otra vez en la almohada su cabeza peregrina.

Encontró esos lugares tal cual los había dejado. La impasibilidad de la eterna Naturaleza lo lastimó como un insulto: si al menos algo hubiera sido destruido en la tierra; si al menos hubiera visto en su derredor los rastros de una devastación parecida a la que él sentía en su interior. Los montes seculares, las aguas perennes, voraces sepulcros de seres vivientes, permanecían inmutables.

La fiel esposa no debía tener escrúpulos de conciencia por esta acción un tanto incorrecta y temeraria, porque la cantidad sería repuesta antes de que el buen señor se hallara en estado de advertir la falta. Pues qué, ¿cree usted que D. Francisco verá antes del día 15 de Julio? Esta pregunta, hecha por Milagros en el calor de la improvisación, lastimó bastante a Rosalía.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando