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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Atendió solamente al porvenir de Lázaro, y de grado o por fuerza, hízole montar en una mula, y salir en ella, no a correr mundo como sus antepasados a Flandes en busca de aventuras o a Italia persiguiendo honores, sino a presentarse al bueno del obispo, para que éste modelara, cual si fuera de arcilla, aquella alma que aún no había despertado a la vida.
Sintióse conmovido ante la generosidad desinteresada de aquella persona; pero pronto empezaron las dudas y la confusión. ¿Quién era aquel joven? ¿Le había favorecido por generosidad ó por miras ocultas? No le conocía. ¿Por dónde sabía su nombre y que estaba preso? Lázaro no pensó mucho en esto.
«Así son ellas,» pensó Lázaro al verlas; y volviendo al libro los ojos, prosiguió su paseo hasta llegar a la ventana donde estaba la doncella, que para distraer su trabajo tarareaba a media voz una polka de moda.
En mi casa te espero; pero no vayas á ella sino convertido. ¡Ah, imposible! No iré. Pues adiós dijo Elías con decisión. Adiós repitió Lázaro con angustia. Coletilla salió. El joven no se atrevió á detenerle. No creyó que se marchaba hasta que le vió fuera, y sintió que el carcelero cerraba la puerta.
Lázaro, como de costumbre, había bajado al jardín, y con su libro entre las manos, paseo arriba, paseo abajo, recorría lentamente el trecho comprendido entre la estufa de cristales y la verja de entrada, pasando repetidas veces ante las rejas del salón de baile.
El cáncer de la venalidad continuó corrompiendo aquella asamblea, que no tenía un rival, sino una sucursal en la Fontanilla. #Se queda sola#. Cuando Lázaro volvió á su casa, tembló en presencia de Coletilla.
Nadie le igualaba en forjar incidentes venideros, enlazándolos para hacer con ellos una vida muy dramática y muy interesante; trabajaba involuntariamente con el pensamiento en la elaboración de estas acciones futuras; y siempre tenía ante la imaginación aquella gran perspectiva de hechos en que desempeñaba la principal parte una sola figura, él solo, Lázaro.
Sobre este conjunto de ideas, por cima de toda consideración superior a cuanto le rodeaba, estaban para Lázaro la santidad y grandeza de la misión aceptada, sin que llegara a alzarse un punto en su espíritu la idea de que el bien fuese independiente y extraño de la fe. Así llegó a cumplir los veinticinco años.
Un segundo más de lo regular basta á concluir la paciencia de un auditorio y á trocar su interés en hastío. Lázaro vió pasar este segundo sin notarlo. Indudablemente no se comprendieron el uno al otro. ¿Se despreciaron mutuamente? ¿Se temieron mutuamente? Tal vez empezaron por temerse; pero es lo cierto que acabaron por despreciarse.
Pues si deste desisto y doy en otro más bajo, ¿qué será sino fenecer?" Con esto no me osaba menear, porque tenía por fe que todos los grados había de hallar más ruines; y a abajar otro punto, no sonara Lázaro ni se oyera en el mundo.
Palabra del Dia
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