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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Con la noticia de este descubrimiento, determinó el P. Joseph de Tolú, Superior á la sazón de estas Reducciones, que veniese á la provincia el P. Francisco Hervás á dar esta noticia al Padre Provincial Lauro Núñez, que ya segunda vez la gobernaba.
Más terrible aún fué el modo con que otro entró en juicio y cobró aprecio de las cosas de su alma: Habíase reducido á nuestra Santa fe en el pueblo de San Joseph un gentil, y en el bautismo había dejado una amiga, con quien antes había vivido en el cieno de muchas deshonestidades; pero duróle poco tiempo este buen propósito y este retiro y resistencia á los placeres y gustos de la carne, porque habiéndose encontrado con la amiga antigua, su vista le abrasó otra vez el corazón y le encendió los deseos primeros; después, para que ninguno le fuese á la mano en sus deshonestidades, tramó secretamente la fuga con otras tres mujeres de sus mismos intentos y se escondió en un bosque; de suerte que por mucho que otros indios de mejor conciencia los buscaron, por orden de los Padres, jamás le pudieron encontrar.
El mismo dia que le proclamaron rey echó del palacio y casa real á todos los cristianos que en ella servian, quitándoles las raciones y sueldo que tenian; y entre ellos fué tambien echado Joseph, hermano de S. Eulogio, como el santo refiere. De esta destruccion de los templos de los cristianos en tiempo de Mohammed nos ocuparemos tambien en el capítulo Córdoba mozárabe. S. Eulogio: Docum.
Tenía aventajado talento de púlpito el Padre Joseph, y por esto se le había encargado predicase sobre las virtudes de su grande apóstol San Francisco Xavier á un lucido y numeroso auditorio en la ciudad de Córdoba, en el día de la fiesta del santo, que aquí se guarda de precepto; mas el Padre, á quien resultaba no poca honra de aquella función, la quiso convertir toda en provecho propio; por tanto, subiendo al púlpito; se volvió al Ilmo.
Esto dice Gerónimo de Zurita. Los judíos que caminaron á Tortosa para hallarse presentes en esta famosa disputa fueron seis de Zaragoza llamados Zarachias Levita, Vidael Benvenista, M. Mathatías Izahari, Macaltiob, nasi ó príncipe de los judíos españoles, Samuel Levita, i M. Moisés: uno de Huesca llamado Todros, i dos de Alcoy cuyos nombres eran Josef hijo de Aderet i Meir Galigon: de Daroca Astruch Levita: de Monreal M. Josef Albo: de Monzon Josef Levita i M. Jomtob Carcosa: de Montalban Abuganda: de Blesa Joseph Abbalegh, Bongosa i M. Todros, hijo de Jecht el de Gerona.
Siendo informado el P. Visitador del estraño encuentro de los de la Reducción de San Joseph, ordenó que cien indios del mismo pueblo, pertrechados de armas, volviesen, no para castigar la crueldad de aquellos malvados, sino para traer los huesos de los muertos para darles honrosa sepultura y que con buenos modos, aunque siempre con las armas en la mano, les certificasen sinceramente del fin porque iban á su pueblo y del amor que, aun después de cometida aquella bárbara atrocidad, les tenían.
Por lo cual, no teniendo el Padre quien le guiase y viéndose abandonado de sus cristianos, dió la vuelta á San Joseph, y aunque no pudo noticiar de lo sucedido al P. Fernández, lo supo éste en el valle de las Salinas por aquella voz que se divulgó, de la cual conjeturó había sido lo que había intentado el P. Felipe.
Con todo eso, los dos fervorosos Misioneros Joseph de Arce y Juan Bautista de Zea, deseaban se pusiese por obra este intento, allanando con su celo las dificultades tan grandes que se ofrecían.
Estos á las riberas del gran río Uruguay. Los que se han fundado á la ribera del gran río Paranná, son el pueblo de San Ignacio, que llaman el Mayor, el de Nuestra Señora de la Fé, el de Santiago Apóstol, el de Santa Rosa, el de la Anunciación, el de la Purificación, el de San Cosme y San Damián, el de San Joseph, el de Santa Ana, el de Nuestra Señora de Loreto, el de San Ignacio, que llaman el menor, el del Corpus, el de Jesús, el de San Carlos y el de la Trinidad, aumentándose cada día más el número de convertidos y floreciendo en todos el primitivo fervor de la fe, que recibieron en el bautismo.
Fué notable el fruto que causó este milagroso suceso; apenas quedó hombre de conciencia que no ajustase de nuevo todas las partidas con Dios con una confesión general; pero quien experimentó mayores los efectos fueron los dos pueblos de San Joseph y de San Francisco Xavier, que muchas veces le habían consolado y servido en aquella enfermedad.
Palabra del Dia
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