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Actualizado: 24 de junio de 2025
Este, pues, sacado del monte donde vivía como bruto por el infatigable celo del P. Lucas Caballero, apenas había puesto el pie en la reducción de San Joseph, cuando cayó enfermo; é imaginando que aquellos dolores eran otros lamentos y súplicas de su alma, hambrienta de los placeres y deleites pasados, se condenó á sí mismo de demasiado ligero, y poco á poco se volvió á sus pensamientos antiguos, y en sus deseos se volvió infiel en su corazón, ó por mejor decir, bestia.
Fueron, pues, testigos de vista de todo lo sucedido, cuatro cristianos, compañeros del P. Arce, cuyos nombres eran: Joseph Mazzabis, Jacinto Poquibiqui, Pablo Tubarí y Pedro Melchor Guarayo, que habiendo estado esclavos de los Payaguás, fueron rescatados por los Padres en el primer viaje, y en este los había llevado consigo el Padre para intérpretes de aquella lengua.
Trece leguas de San Joseph, hacia Levante, había una campaña llamada el Naranjal, estéril, no tanto por infelicidad de la tierra, cuanto por no haber quien la cultivase.
Están todos por este orden: Comenzando del Sur, San Juan está de San Joseph como nueve leguas; de San Joseph á San Rafael son treinta; de aquí á San Miguel ocho; de San Miguel á San Francisco Xavier cuarenta y dos, y de éste á la Concepción, hay veinticuatro; de suerte que San Juan, que es el cabo hacia el Sur, está en dieciocho grados y medio; y la Concepción, que es el otro cabo, está en quince.
Carlomagno personifica á Jesucristo; Flor de Lis, á la Iglesia; Rolando, á San Pedro; Durandarte, á San Juan Evangelista; Montesinos, á San Juan Bautista, y Garcelón, á Judas. Otros poetas dramáticos de esta época. Mexía de la Cerda. Damián Salustrio del Poyo. Hurtado Velarde. Juan Grajales. Joseph de Valdivieso. Andrés de Claramonte. Otros poetas dramáticos del tiempo de Lope de Vega.
El martes 22, á las 4 de la mañana, se embarcaron en la lancha el Padre Mathias Strobl, el Padre Joseph Quiroga, el piloto D. Diego Varela y el alferez D. Salvador Martinez Olmo, y salieron á la primera ensenada de la bahia, y saltando en tierra, caminaron hácia el norte á reconocer la laguna, que habian descubierto los dias antecedentes.
Los neófitos, entonces, ofendidos, dieron sobre ellos, disparándoles una tempestad de flechas, de que muchos quedaron muertos: irritados, los que pudieron, escaparon, y sólo se recogieron dieciséis de la chusma, que traídos á San Joseph, se redujeron á nuestra santa fe.
En escoger entre todos los sujetos que habían de dar principio á aquella Misión, tuvo el buen Provincial no poco que hacer para aquietar los deseos, súplicas y lágrimas de tantos como se le ofrecieron á esta ardua empresa; pero no había quien con más ardor lo desease, ni á quien con más razón se debiese hacer esta gracia, como el V. P. Joseph de Arce, natural de las islas Canarias, hombre de gran corazón y de igual celo, premiado de Nuestro Señor con una muerte gloriosa, de que daremos noticia adelante.
En el tiempo que aquí se detuvieron, el Superior de los nuestros P. Joseph Ortega, nuestro P. Antonio y P. Pedro Carena, asistieron á los enfermos del navío con increíble trabajo y no menor fruto y consuelo de los que morían en sus manos. Pero el haber librado todos bien se debió, como dije, á la mucha caridad de los religiosos y del mismo Padre guardián.
Escogido, pues, el lugar para la nueva fundación, ordenó el P. Superior no se emprendiese la fábrica, sin haber hecho primero la sementera y tener con qué vivir: mas el pueblo no quiso esperar tanto, por ver siempre á sus ojos la muerte en aquel clima inficcionado mucho tiempo antes de la peste; por lo cual se vieron los Padres precisados á seguir los indios, y el P. Superior, pasando á San Joseph, halló solos á los Misioneros, que con su ajuar estaban ya de partida para seguir á los neófitos.
Palabra del Dia
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