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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Usted se limitará a explotar la estupidez de las mujeres, hermanas suyas...» ¡Y me explicó su plan! ¡Era maravilloso...! Tratábase de fundar un Instituto de Belleza, una tienda, en la que se vendería un montón de productos a base de nada, destinados a revocar las juventudes aniquiladas.

El gobierno actual, conociendo la necesidad de fomentar la agricultura en el país, ha importado de los Estados Unidos trigo de calidad superior para la siembra. Abundan en la república llamas, ganado vacuno y carnero. Para fomentar la industria del ganado se ha establecido un instituto veterinario nacional. También hay una fábrica de zapatos y varios establecimientos de menos importancia.

Como en los primeros meses ignoraba el francés, detenía en la calle á los clérigos para hablarles en latín. Había malvivido siendo maestro de guitarra y dando conferencias en un Instituto Políglota, cuyo público no concedía la menor atención al tema, buscando únicamente acostumbrar su oído á la pronunciación española. ¡Siete francos y medio por hablar hora y media!

Solo se conservan la iglesia, la sacristía y los claustros y algunos salones desiertos, con unas cuantas celdas felizmente sin capuchas vivientes. Al recordar las reglas de ese singular instituto se comprende por qué fueron tan raras las Cartujas en Europa y en todo el mundo católico, y por qué sus templos llegaron á ser maravillas de arte.

Aquel establecimiento me pareció no solo un bonito museo, sino un bello instituto democrático destinado á enseñar á las clases pobres, con suma facilidad y baratura, los elementos de la geografía, ciencia tan útil y simpática de por , como fecunda en mil resultados para la industria, el comercio, las letras y la política.

El muchacho era de la misma opinión de su tío. ¡Perder las pescas del invierno, las mañanas frías de sol, el espectáculo de los grandes temporales, por el fútil motivo de que el Instituto había comenzado sus cursos y él debía estudiar el bachillerato!... Al año siguiente, doña Cristina quiso evitar que el Tritón raptase á su hijo.

Me parece muy bien afirmó Amaranta y si a esto añaden una comida sobria, como por ejemplo, dos raciones de obleas al día, serán los mejores soldados de la tierra. Ánimo, pues, Gabriel, y hazte caballero del obispado de Cádiz. De buena gana lo haría, señores, si me encontrara con fuerzas para cumplir las leyes de un instituto tan riguroso.

Terminados sus negocios, se ocupaba de Mauricio. ¿Qué tal había trabajado? ¿Estaban contentos de él en el instituto? ¿Había estudiado sus lecciones? ¿Á qué había jugado en el recreo? Comía con el muchacho, que le daba conversación.

En esto, se oyó en todo el salón un rumor súbito, semejante al que en días de fiestas nacionales se oye en la muchedumbre de las plazas cuando rompe en un ramo de estrellas en el aire un fuego de artificio. ¡Ya se sabía que en el Instituto de la Merced había una niña muy bella! que era Sol del Valle; ¡pero no se sabía que era tan bella!

Sobre su mesa y bajo su mano, el reglamento disciplinario del Instituto adquiría todo el color de las terribles Ordenanzas de mar. ¡Ay del que infringiera sus bases! Así se hacía respetar. Su mayor deleite era enseñar lo mucho que él sabía, estudiar para saber más, y dar un estrecho abrazo, á vuelta de viaje, á un discípulo suyo. Así se hacía querer.

Palabra del Dia

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