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Actualizado: 21 de junio de 2025
Concluyóse por fin el mercado, y mientras el fresco matrimonio se instalaba en su rancho, Cayé cargaba concienzudamente su 44, para dirigirse a concluir la tarde lluviosa tomando mate con aquellos. El otoño finalizaba, y el cielo, fijo en sequía con chubascos de cinco minutos, se descomponía por fin en mal tiempo constante, cuya humedad hinchaba el hombro de los mensú.
Sobre el parapeto del camino real que cae al mar estaban siempre de codos algunos marineros, con gruesos zuecos de palo, faja de lana roja, gorro catalán; sus rostros curtidos, su sotabarba poblada y recia, su mirar franco, decían a las claras la libertad y rudeza de la existencia marítima; a pocos pasos de este grupo, que rara vez faltaba de allí, se instalaba, en la confluencia de la alameda y la cuesta, el mercadillo: cestas de marchitas verduras, pescados, mariscos; pero nunca aves ni frutas de mérito.
Si no fuera más que eso... suspiró la abuela, sentándose en una cómoda butaca, mientras yo me instalaba modestamente en una silla. Magdalena me tiene consternada. Y se puso a contar con vehemencia sus penas.
El jefe del Estado se instalaba en la Prefectura, los ministerios quedaban establecidos en escuelas y museos; dos teatros eran habilitados para las futuras reuniones del Senado y la Cámara popular. Julio encontró un hotel sórdido y equívoco en el fondo de un callejón humedecido constantemente por los transeúntes. Un amorcillo adornaba los cristales de la puerta.
Nereo, monarca desposeído, huía á una caverna del mar helénico, para vivir la calmosa existencia del filósofo, dando consejos á los hombres, y Poseidón se instalaba en los palacios de nácar con sus blancos corceles de cascos de bronce y crines de oro.
La basilisa se instalaba en Valencia, recién conquistada. Su sobrino el futuro Pedro III, que intervenía en el gobierno por la ancianidad de su padre, le ofreció Estados; pero cansada de una vida de aventuras, prefería entrar en el convento de Santa Bárbara.
Evitó aficionarse a ella mientras la creyó condenada a muerte; pero desde el momento en que le pareció que se instalaba en este mundo, le abrió su corazón de par en par. Los más próximos vecinos de la casa eran la señora Vitré y su hijo. En poco tiempo se convirtieron en los amigos más íntimos. La baronesa de Vitré era una normanda refugiada en Corfú con los restos de su fortuna.
Todavía no era ella mi mujer, y ya mi amigo, mi hijo preferido, me engañaba con ella... El adulterio se instalaba en el hogar antes mismo que el matrimonio estuviera consumado. Todo mi porvenir: una vida de sospechas, de recelos, de tinieblas, de ridículo, de días sombríos y de noches de insomnio, se desarrolló a mis ojos, ante aquella sola mirada, como un mapa geográfico. ¿Qué hacer, señores?
Palabra del Dia
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