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Actualizado: 16 de junio de 2025


Julio mostró cierta inquietud, como si pretendiese cortar la conversación. Deja á mi padre. Hoy dice eso porque la guerra no es todavía un hecho, y él necesita contradecir, indignarse con todo lo que se halla á su alcance. Mañana tal vez dirá lo contrario... Mi padre es un latino. El profesor miró su reloj. Debía marcharse: aún le quedaban muchas cosas que hacer antes de dirigirse á la estación.

Y la de Sánchez Morueta, pensaba en su pariente el doctor, como siempre que había de indignarse contra alguna impiedad. Recordaba su comparación del hermoso templo con el forro interior de uno de esos baúles que usan las criadas, matizados de chillones colorines. ¡Decir tal cosa, cuando todo estaba en aquella iglesia discurrido y ordenado para comodidad y suave placer de los fieles!

Su austeridad de hombre de números, metódico y prudente, le hizo indignarse contra esta falta de equilibrio entre los ingresos y los gastos. Pero acabó por sonreir, encontrando natural el despilfarro. ¡La marquesa era tan interesante!... Además, una señora de su alcurnia no podía llevar la misma vida de privaciones de las mujeres del vulgo. Pasó Moreno el resto de la tarde inquieto y pensativo.

Enternecíase el viejo viendo a aquella mujer seria y de pocas palabras indignarse por el más leve despilfarro de las criadas, gritar a los colonos cuando notaba el menor descuido en los huertos y discutir y pelearse con los compradores de naranja por un céntimo de más o menos en la arroba. Aquella nueva hija era el consuelo de su vejez.

D. Francisco estaba tan ocupado en desenredar el espantoso lío de ideas que la carta armó en su mente, que aún no había tenido tiempo de indignarse.

Decía esto con un tono amargo, con la misma expresión con que anonadaba a los gobiernos en el Senado por su falta de protección a los trigos; y Maltrana acabó por indignarse también contra los maldicientes que suponían al marqués de Jiménez incapaz de escribir un volumen. Isidro salió de allí sin recibir dinero ni un nuevo encargo.

El criterio sincretista de Capus, su tolerancia inextinguible, su bondad, nunca fatigada, embellecen á sus personajes, aun á los más torcidos y aviesos, dotándoles de una «amoralidad» frívola, espontánea y riente, que les hace irresistiblemente simpáticos. ¿Para qué indignarse contra aquellos vicios que, más que de la maldad ingénita del hombre, provienen de su triste debilidad y apocamiento?

Palabra del Dia

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