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Actualizado: 9 de junio de 2025
Y, sin embargo, el día que uno de ellos se presenta con un nuevo tren tirado por un tronco de raza sería asesinado gozosamente por sus más íntimos amigos. Casi todas las semanas se escapaba el indiano algunas horas o un día entero a su finca.
También por este lado la suerte impía les hirió cruelmente. Fernanda rechazaba con irritación cualquier palabra suasoria que le dirigiesen en favor del indiano. Si observaba que las señoritas tenían dispuestas las sillas de modo que resultase aquél sentándose a su lado, en un instante destruía su combinación yéndose con ademán displicente al extremo opuesto.
No podía nuestro indiano emitir un concepto cualquiera, por sensato que fuese, sin que Freire dejase escapar una risita maligna o se llevase el dedo a la frente como si quisiera indicar que el paisano Barragán carecía de sustancia gris en la masa encefálica.
»Con menos caudal que estas dos familias y con los trapitos arreglados en casa, forman en la misma clase, primeramente, las dos nietas del Indiano, aquel fachenda que usted conoció ya viejo.
La familia parece haber consentido las relaciones mientras Lope compusiera comedias para la compañía de Jerónimo Velázquez y no estorbara que Elena tuviera amantes de más alto copete y mejor nutrida bolsa, como el indiano don Bela de La Dorotea, en la realidad don Francisco Perrenot, sobrino del cardenal Granvela.
Fue el propio penitenciario quien se ofreció a hablar con Granate y seguir las negociaciones. El indiano relinchó de gozo al saber de lo que se trataba. Pero su naturaleza de aldeano astuto y la pasión de la avaricia, que era la que hasta entonces le había dominado, alzaron la cabeza.
Al apartarse, la embriaguez había desaparecido por completo. Dirigió una mirada vaga, extraviada, al indiano. Pero esta mirada adquirió súbito expresión de espanto, se fijó en él como en un animal extraño que la viniese a acometer. ¿Qué hace usted aquí?... ¡Ah, sí! exclamó llevándose la mano a la frente. ¡Dios mío! ¿Qué me pasa? ¿Estoy soñando?...
En efecto, el indiano se había levantado en silencio de la silla y, sorteando las parejas de baile, fue solapadamente a sentarse al lado de Fernanda.
Las ganancias fueron muy exiguas. Elena y su madre vivían bien estrechamente a la llegada de Reynoso al Escorial. Cuando aquél entró por casualidad un día en la tienda fue reconocido por doña Dámasa. Se habían conocido de niños. Saludáronse afectuosamente, y el indiano comenzó a tutear a la madre y por de contado a la hija, que contaba entonces diez y siete años.
No te diré que Fernanda esté chalada por tí, pero que anda en camino de ello lo digo y lo sostengo aquí y en todas partes. Hace ya tiempo que lo vengo notando. Las mujeres son caprichosas, incomprensibles; hoy rechazan una cosa y mañana la apetecen y están dispuestas a hacer cualquier disparate por lograrla. Fernanda comenzó rechazándote... ¡Entodavía! ¡entodavía! manifestó sordamente el indiano.
Palabra del Dia
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